domingo, 20 de septiembre de 2015

Conversaciones de iglesia (2º Parte)



Conversaciones de iglesia (2º Parte)
Escrito autóctono

Continuación…


Todos y cada uno de estos argumentos que muchos consideran “Santa Palabra” y que parecieran ser razones suficientes para demostrar que existen al menos dos formas en que podemos interpretar la iglesia, realmente tienen fiel y correcta explicación que los deja sin base, gracias a todo el contexto que aporta la misma Palabra de Dios y también lo que a la postre vinieron a confirmar las diferentes investigaciones arqueológicas y de otras disciplinas calificadas con las que se cuentan hoy en día, pero que la religiosidad y la tradición de los diferentes sectores no han querido brindarles la importancia que tienen o se han encargado de desprestigiarlas intentando acallar lo que consideran va en perjuicio suyo. 

Gracias a los Estudios teológicos serios y a toda la información compilada, es que podemos saber hoy que el aposento alto no es el nombre de una iglesia del primer siglo sino simple y sencillamente el segundo piso de una casa común, sitio fresco y ventilado que se usaba como lugar de estancia de las familias; y que el “templo la hermosa” no existió jamás ni fue la iglesia principal de reunión de los hermanos de Jerusalén, sino tan solo una puerta exquisitamente decorada del muro este del templo de Herodes (puerta principal del atrio de la mujeres a la que le habían dado el nombre de La hermosa). Tanto la puerta como el atrio mencionados, pertenecían al templo judío en que resaltaba el santuario, pero que en ninguna de sus secciones interiores, la iglesia como tal no podría nunca haber celebrado un “culto” pues era para los ritos y liturgias del judaísmo. Si los creyentes eran convocados multitudinariamente, se reunían en las afueras del muro que rodeaba ese templo, en una plazoleta o explanada bastante grande al aire libre y alrededor llamado atrio o patio de los gentiles y en él, más propiamente en el Pórtico de Salomón. En otras palabras, nunca hubo un templo construido cristiano, ni ninguna edificación con un rótulo que la identificara como iglesia cristiana en Jerusalén.

Nunca la biblia muestra una iglesia tipo construcción con una torre y una cruz en su punta. Esa clásica y tan reverenciada figura de “iglesia” que agregó campanarios y otros elementos externos e internos con el pasar de los siglos, nos guste o no, no sale de la biblia. ¿Entonces de dónde?

Pero regresemos a la letra como tal de las Escrituras, sobre todo a modismos que expresan algunos de sus escritores que son importantes estudiarlas.

Es interesante analizar el por qué ciertas expresiones escritas principalmente por Pablo en el Nuevo Testamento, nos podrían generar alguna inquietud a la hora de  interpretarlas, teniendo en cuenta lo que conocemos hoy de cómo es la iglesia según hemos vivido y se nos ha enseñado por 17 siglos.

No tengo la menor duda que Pablo ni ninguno de los otros escritores que viven en su misma época, escribían adrede pensando en que en el futuro sus escritos llegaran a necesitarse para una correcta interpretación de cómo debía ser y funcionar la iglesia porque la miraban surgir de manera natural; simple y llanamente escribían de lo que vivían y les inspiraba el Espíritu para bien de sus hermanos. No podían imaginar en su tiempo, el alcance futuro que llegarían a tener sus escritos, ni mucho menos en lo que se convertiría la iglesia pero por sobre todo, a lo que llamarían “iglesia” las futuras generaciones.

Claro, Dios sí lo sabía. Él conocía que su Palabra iba a ser un manual vital a través de los siglos para que pudieran consultarla aquellos que, libres de la tradición y las imposiciones humanas quisieran conocer la realidad de las cosas, siendo de gran provecho para nosotros en el presente.

Cuando leemos la expresión “las iglesias” (en plural) en tantos pasajes del Nuevo Testamento ¿Nos da a pensar que los escritores tienen en mente exactamente lo que nosotros 2000 años después? 

Continuará…