Conversaciones de iglesia (2º Parte)
Escrito autóctono
Continuación…
Todos
y cada uno de estos argumentos que muchos consideran “Santa Palabra” y que
parecieran ser razones suficientes para demostrar que existen al menos dos formas en que
podemos interpretar la iglesia, realmente tienen fiel y correcta explicación que
los deja sin base, gracias a todo el contexto que aporta la misma Palabra de
Dios y también lo que a la postre vinieron a confirmar las diferentes investigaciones
arqueológicas y de otras disciplinas calificadas con las que se cuentan hoy en día,
pero que la religiosidad y la tradición de los diferentes sectores no han querido brindarles la importancia
que tienen o se han encargado de desprestigiarlas intentando acallar lo que
consideran va en perjuicio suyo.
Gracias
a los Estudios teológicos serios y a toda la información compilada, es que
podemos saber hoy que el aposento alto no es el nombre de una iglesia del
primer siglo sino simple y sencillamente el segundo piso de una casa común,
sitio fresco y ventilado que se usaba como lugar de estancia de las familias; y
que el “templo la hermosa” no existió jamás ni fue la iglesia principal de
reunión de los hermanos de Jerusalén, sino tan solo una puerta exquisitamente
decorada del muro este del templo de Herodes (puerta principal del atrio de la
mujeres a la que le habían dado el nombre de La hermosa). Tanto la puerta como
el atrio mencionados, pertenecían al templo judío en que resaltaba el santuario, pero que en ninguna de sus secciones interiores, la iglesia como tal no podría
nunca haber celebrado un “culto” pues era para los ritos y liturgias del
judaísmo. Si los creyentes eran convocados multitudinariamente, se reunían en
las afueras del muro que rodeaba ese templo, en una plazoleta o explanada bastante
grande al aire libre y alrededor llamado atrio o patio de los gentiles y en él,
más propiamente en el Pórtico de Salomón. En otras palabras, nunca hubo un
templo construido cristiano, ni ninguna edificación con un rótulo que la
identificara como iglesia cristiana en Jerusalén.
Nunca
la biblia muestra una iglesia tipo construcción con una torre y una cruz en su
punta. Esa clásica y tan reverenciada figura de “iglesia” que agregó
campanarios y otros elementos externos e internos con el pasar de los siglos, nos
guste o no, no sale de la biblia. ¿Entonces de dónde?
Pero
regresemos a la letra como tal de las Escrituras, sobre todo a modismos que
expresan algunos de sus escritores que son importantes estudiarlas.
Es
interesante analizar el por qué ciertas expresiones escritas principalmente por
Pablo en el Nuevo Testamento, nos podrían generar alguna inquietud a la hora de
interpretarlas, teniendo en cuenta lo
que conocemos hoy de cómo es la iglesia según hemos vivido y se nos ha enseñado
por 17 siglos.
No
tengo la menor duda que Pablo ni ninguno de los otros escritores que viven en
su misma época, escribían adrede pensando en que en el futuro sus escritos
llegaran a necesitarse para una correcta interpretación de cómo debía ser y funcionar
la iglesia porque la miraban surgir de manera natural; simple y llanamente
escribían de lo que vivían y les inspiraba el Espíritu para bien de sus hermanos.
No podían imaginar en su tiempo, el alcance futuro que llegarían a tener sus
escritos, ni mucho menos en lo que se convertiría la iglesia pero por sobre
todo, a lo que llamarían “iglesia” las futuras generaciones.
Claro,
Dios sí lo sabía. Él conocía que su Palabra iba a ser un manual vital a través
de los siglos para que pudieran consultarla aquellos que, libres de la tradición y las imposiciones humanas quisieran conocer la realidad de las cosas, siendo de gran provecho para nosotros en el presente.
Cuando
leemos la expresión “las iglesias” (en plural) en tantos pasajes del Nuevo
Testamento ¿Nos da a pensar que los escritores tienen en mente exactamente lo
que nosotros 2000 años después?
Continuará…