domingo, 21 de agosto de 2016

Adán y Jesús (19° Parte)



Adán y Jesús  (19° Parte)
Escrito autóctono

…Continuación:

El pecado desvaneció la luz que hacía resplandecer literal y visiblemente a Adán y Eva en medio de aquella hermosa creación. En Cristo, esa luz es restaurada. Más no la veremos de forma literal pues dejó de ser revelada para esta dimensión desde que el hombre pecó. Solo se hace visible a la orden de la voz de Dios como al principio de la creación.  Esa incandescencia, es una realidad en el espíritu de aquellos que creen en Él. Cristo dijo que ellos serían la luz del mundo (Mateo 5: 14;  Filipenses 2: 15). No es de ellos, sino es Cristo en ellos. Ahora son una nueva especie de seres humanos resplandecientes cuyo primer prototipo es Cristo mismo. Ya lo dije, ellos son la iglesia.

Estas cosas nos llevan a comprender verdaderamente que por la obra de Cristo, Dios no tenía en mente devolvernos la perfección adámica (es decir que fuésemos como el Adán antes de la caída), nos tenía algo mejor. Al fin y al cabo a Dios le pesó un día haber hecho al hombre (Génesis 6: 5 y 6). Así que en Cristo extingue a aquella humanidad, raza caída que jamás podría relacionarse con Dios, pero nace una nueva especie, una que es igual a Cristo y agrada a Dios plenamente. Y luego de nuestro paso por este mundo nos espera un cuerpo que también supera a ese Adán, un cuerpo glorificado. Nos conoceremos en Él cuando Cristo regrese por su iglesia (1° Juan 3: 2).

Así que Dios nunca pretendió en Cristo levantar descendencia ni siquiera al Adán santo sin pecado. Muchísimo menos al caído. Solo existiría un primer Adán humano (el creado), solo existiría un último Adán (Cristo) el Increado (1 Corintios 15: 47).

Darle una nueva descendencia a aquel Adán, era seguro que se volvería a perder. Así que la iglesia no sería producto del primer Adán, sino del último. Eso hace que ella también venza al pecado como Cristo lo venció. Adán no pudo compartirle su Vida (La Vida de Dios) a Eva cuando ella había pecado, de hecho más bien recibió muerte por causa de su mujer; pero Cristo si lo pudo hacer con su compañera pues Él no optó por el pecado, no lo cometió, más bien se hizo pecado y lo venció. Eso hace a la iglesia poseedora de la Vida eterna.

Ser como el Cristo terrenal no es algo que nos espere en Gloria, Dios nos da la posibilidad de serlo desde ahora (1° Corintios 11: 1) acá mismo en la tierra.  Ser como el Cristo celestial no podrá ser posible acá en la tierra, lo será cuando estemos con Él tal como lo acabamos de leer en 1° Juan. Pero acá podemos lograr inclusive cosas mayores a las que Él hizo como hombre según Él mismo lo dijo (Juan 14: 12).

Así que el plan de Dios es perfecto por los siglos y sigue su curso, nadie cambia ni puede cambiar nada allí.

Bien, hasta aquí este amplio y detallado estudio que nos ha llevado 19 semanas (poco más de 4 meses). Podría darlo por terminado pero ciertamente hay un aspecto más que no debe quedar pendiente el cual es sumamente relevante.

Veremos a continuación cómo el primer Adán nos define claramente la esencia del Cristo terrenal para que no tengamos el mínimo problema en comprender su identidad.  Esto es vital en vista de postulados humanos erróneos que fueron aceptados inclusive entre creyentes.


Continuará…