Adán y Jesús (19° Parte)
Escrito autóctono
…Continuación:
El pecado desvaneció la luz que hacía resplandecer literal
y visiblemente a Adán y Eva en medio de aquella hermosa creación. En Cristo,
esa luz es restaurada. Más no la veremos de forma literal pues dejó de ser
revelada para esta dimensión desde que el hombre pecó. Solo se hace visible a
la orden de la voz de Dios como al principio de la creación. Esa incandescencia, es una realidad en el
espíritu de aquellos que creen en Él. Cristo dijo que ellos serían la luz del
mundo (Mateo 5: 14; Filipenses 2: 15). No es de ellos, sino es
Cristo en ellos. Ahora son una nueva especie de seres humanos resplandecientes
cuyo primer prototipo es Cristo mismo. Ya lo dije, ellos son la iglesia.
Estas cosas nos llevan a comprender verdaderamente que
por la obra de Cristo, Dios no tenía en mente devolvernos la perfección adámica
(es decir que fuésemos como el Adán antes de la caída), nos tenía algo mejor. Al
fin y al cabo a Dios le pesó un día haber hecho al hombre (Génesis 6: 5 y 6). Así que en Cristo extingue a aquella humanidad, raza
caída que jamás podría relacionarse con Dios, pero nace una nueva especie, una
que es igual a Cristo y agrada a Dios plenamente. Y luego de nuestro paso por
este mundo nos espera un cuerpo que también supera a ese Adán, un cuerpo glorificado.
Nos conoceremos en Él cuando Cristo regrese por su iglesia (1° Juan 3: 2).
Así que Dios nunca pretendió en Cristo levantar
descendencia ni siquiera al Adán santo sin pecado. Muchísimo menos al caído. Solo
existiría un primer Adán humano (el creado), solo existiría un último Adán
(Cristo) el Increado (1 Corintios 15: 47).
Darle una nueva descendencia a aquel Adán, era seguro
que se volvería a perder. Así que la iglesia no sería producto del primer Adán,
sino del último. Eso hace que ella también venza al pecado como Cristo lo
venció. Adán no pudo compartirle su Vida (La Vida de Dios) a Eva cuando ella
había pecado, de hecho más bien recibió muerte por causa de su mujer; pero
Cristo si lo pudo hacer con su compañera pues Él no optó por el pecado, no lo
cometió, más bien se hizo pecado y lo venció. Eso hace a la iglesia poseedora
de la Vida eterna.
Ser como el Cristo terrenal no es algo que nos espere
en Gloria, Dios nos da la posibilidad de serlo desde ahora (1° Corintios 11: 1) acá mismo en la
tierra. Ser como el Cristo celestial no
podrá ser posible acá en la tierra, lo será cuando estemos con Él tal como lo
acabamos de leer en 1° Juan. Pero acá podemos lograr inclusive cosas mayores a
las que Él hizo como hombre según Él mismo lo dijo (Juan 14: 12).
Así que el plan de Dios es perfecto por los siglos y
sigue su curso, nadie cambia ni puede cambiar nada allí.
Bien, hasta aquí este amplio y detallado estudio que nos ha
llevado 19 semanas (poco más de 4 meses). Podría darlo por terminado pero ciertamente
hay un aspecto más que no debe quedar pendiente el cual es sumamente relevante.
Veremos a continuación cómo el primer Adán nos define
claramente la esencia del Cristo terrenal para que no tengamos el mínimo
problema en comprender su identidad. Esto
es vital en vista de postulados humanos erróneos que fueron aceptados inclusive
entre creyentes.
Continuará…