domingo, 11 de septiembre de 2016

Adán y Jesús (22° Parte)



Adán y Jesús  (22° Parte)
Escrito autóctono

…Continuación:

Cristo vino y habitó entre nosotros como humano, no como Dios. Dios tomó forma humana (Mateo 1: 23). Recordemos que en el principio, Dios le había compartido a esa creación humana su naturaleza, no su Divinidad. Cristo dejó su Divinidad para poder adquirir nuestra humanidad pues como mencioné en un momento dado en este estudio, ambos seres no son compatibles, no es posible mezclarlos. ¿Por qué? Porque la Divinidad de la Deidad es incorruptible. No se puede pervertir. No hay ni la más mínima sombra de variación en ella (Santiago 1:17). La semilla de Dios no hizo ni a Adán ni a Cristo Divinos en este mundo.

Reitero, si Jesús hubiese venido a esta tierra en su Divinidad, jamás podría haber sido tentado.

Esto es tan importante porque de otra manera Cristo no podría haberse identificado con nosotros ni conocer nuestras luchas, ni entender cuando somos tentados (Hebreos 2: 18 y 4: 15). Esto nos lleva a otra importante realidad: estar entre nosotros como Dios o como un ser Divino que es lo mismo, no le facultaba pagar por el rescate del hombre de ninguna forma. Si alguien debía pagar esa deuda, debía ser otro ser humano como el primero que pecó, pues no fue Dios (ser Divino) el que pecó, fue el hombre.

Ahora, Cristo fue engendrado con la semilla de Dios, la semilla que fecundó a María por medio del Espíritu Santo. Y al poseer dicha semilla, estaba igualado con Adán en su humanidad quien también la poseía por ser hijo directo de Dios. María no podía librarse de la naturaleza humana la cual estaba manchada por el pecado, propia de todo ser humano, la que ineludible e inevitablemente transmitió a Cristo. Las doctrinas que no aceptan esto a sabiendas que la humanidad de Cristo era transmitida por María, dictaminan que jamás podría estar manchada, pues Cristo era santo y jamás podría poseer nada manchado conforme a su interpretación. Lo resuelven considerando a María inmaculada; es decir sin pecado. Pero la biblia no respalda tal cosa; eso la excluiría de la raza humana descendiente de Adán y María era humana; totalmente. Si alguien tenía que pagar por el pecado, tenía que ser descendiente de Adán en la carne, de su misma especie. El cuerpo que le fue preparado a Cristo para que se manifestara en este mundo, no era una nueva creación, procedía de la creación humana existente, aquella que provenía del Adán caído. Por tal motivo dicho cuerpo no podía ser perfecto.

Que Dios pusiera en María su semilla no la convertía en un ser Divino limpio de pecado. Tampoco en ninguna parte de la Palabra dice que Dios la sometiera a una purificación excepcional para hacerla inmaculada o libre de pecado, -cosa que Dios no puede hacer fuera de la sangre del Cordero- pues todavía dicha sangre pura no había sido derramada en una cruz, que era la única que podía purificar al hombre a ese nivel.

Así que la herencia de la naturaleza humana aportada por la humanidad de María, le aportó humanidad a Cristo, total humanidad, con todo y su imperfección. Dicha humanidad lo posibilitó para pecar como cualquier ser humano, tal como Adán al principio y además como lo mencioné le permitió morir como cualquier otro ser humano porque como Dios, no hubiese podido morir pues nadie puede matar a Dios.

Si tuviésemos la mínima posibilidad de matarle, ni siquiera sobreviviríamos para enterarnos, pues todo lo creado, el universo entero, la eternidad misma, nosotros, todo! se sustenta en y por Él (Colosenses 1: 16 y 17). Ni siquiera pudimos matar a Cristo hace 2000 años siendo hombre; fue Él quien puso su vida y la tomó cuando quiso (Juan 10: 17 y 18). Él estuvo consciente de lo que estaba haciendo y podría haberse defendido y librarse de la muerte (Mateo 26: 53); pero Él se entregó, nadie le pudo quitar nada.


Continuará…