domingo, 18 de septiembre de 2016

Adán y Jesús (23° Parte)

Adán y Jesús  (23° Parte)
Escrito autóctono

…Continuación:

Adán no era un dios en este mundo como tampoco Cristo el último Adán lo fue. Adán fue vencido al pecar, pero Cristo no, pues no pecó. El enemigo no podía alegar desigualdad a la hora de enfrentar a Cristo como lo había hecho en el principio con Adán. De hecho permítame decirle que a la verdad en Cristo se le otorgó un hombre menos habilitado que Adán humanamente hablando. ¿Por qué? Porque éste no entraba a este mundo y aparecía en total perfección como aquel, pues hasta tomaba una naturaleza manchada en medio de un mundo infestado y aprisionado por el pecado. Al igual que el primer Adán, el enemigo poseía libertad para que lo tentara, para que le llevara al terreno del engaño, para que hiciera todo cuanto quisiera y estuviera a su alcance para hacer pecar a Cristo, y Él siendo tentado en todo como cualquiera de nosotros, no pecó como ya leímos en Hebreos 2: 18 y 4: 15, más fue hecho pecado abrazando al pecado, no cometiéndolo.

Ahora es Cristo el que vence al enemigo en su propio terreno. Recuperó el principado y dominio de este mundo que había perdido el hombre al principio, ya no para devolvérselo pues es de quien lo gana. Sí, Cristo venció al enemigo como hombre pues como Dios, el enemigo no hubiera tenido ni la mínima oportunidad. Ya había enfrentado a Dios en el pasado y fue derribado del cielo.

El que Cristo venciera en su condición humana imperfecta al diablo, (el hombre contra el querubín) lo humilla al punto no solo de convertirse en vencedor sino en más que vencedor, y al enemigo lo colocó en un punto no solo de perdedor sino mucho menos que perdedor.

El hijo de Dios perfecto (Adán) no lo pudo vencer, el Hijo de Dios imperfecto (El Cristo humano) sí lo venció abriéndonos las puertas a nosotros quienes somos sus descendientes para vencerlo también por los méritos de Cristo aunque seamos imperfectos. ¡¡¡Qué maravilla!!!

¿Por qué les cuesta tanto aceptar a muchos que el Cristo que estaba con el Padre se adapta al venir a este mundo a salvarnos y luego regresa al Padre para retomar quien era? El Hijo de Dios celestial estaba pleno en su Gloria, el Hijo de Dios terrenal se despojó de ella y tomó nuestra condición. El Hijo de Dios resucitado regresó a tomar de nuevo su Gloria y se sentó a la diestra del Padre. Es Cristo dejando la eternidad, entrando en nuestra dimensión de espacio y tiempo limitado y luego regresando a su eternidad de nuevo.

Claro que se sometió a un cambio rotundamente inevitable para poder realizar su obra sin lo cual no lo hubiera podido hacer.

Esto no contradice en ninguna manera lo que nos dice la Palabra en Juan 1: 1 acerca del Verbo pues Él es el Verbo Glorioso que se menciona allí siendo revelado en el pasado eterno con Dios, siendo Él mismo, Dios; pero nada dice allí que dicha Excelencia fuese imprescindible para redimir al hombre. Más bien aclara contundentemente que el Verbo se hizo carne (hombre) y mostró una gloria diferente, la del unigénito, que en este caso posee la autoridad de Dios pues le fue dada y el Señorío, pero no su Divinidad. En otras palabras, no vino como Verbo Glorioso, sino como Palabra hecha carne.

El podía levantar muertos, dar vista a los ciegos, hacer caminar a los cojos, sanar enfermedades, hablar a los elementos y estos le obedecían, los demonios se le sujetaban y más, pero todo esto no lo hizo como Deidad sino como Señor. La Palabra le presenta como tal infinidad de veces y Él mismo dice de sí ser el Señor (Marcos 5: 19;  11: 3; Lucas 6: 5).

Levantar muertos (Elías, Pablo, Pedro) realizar prodigios (Moisés, Sansón, Elías, Eliseo, Esteban, Pedro, Pablo) mandar a los elementos (Josué, Elías, Eliseo, Isaías), hacer sujetarse a los demonios (Los discípulos del Señor) son cosas que hombres pudieron hacer; no de sí mismos claro está, pero recibían igualmente la autoridad que necesariamente debe ser delegada por otro que es Señor para hacerlo y eso no los convertía en dioses.


Continuará…