El
precio de vivir la verdad según la piedad. (6° parte)
Escrito autóctono
Continuación.
Cuando el joven rico vino al Señor,
habiendo sido alguien que guardaba celosamente la ley, Jesús quiso probar la
realidad del apego de su corazón el cual estaba totalmente comprometido con sus
riquezas antes que con Dios. Le aseguro que si hubiese entendido cuál era la
verdadera riqueza, no se hubiera ido triste pues Dios no pretendía quitarle nada
material. Abraham fue probado de la misma manera, no con el dinero que de por
sí era tremendamente rico, sino con el mayor tesoro terrenal que tenía el cual
era su único hijo. Conocemos la historia. Dios no quiere competencias en el
corazón. No podemos servir a dos señores. (Lucas
16: 13)
¡Qué diferente y revelador el caso de
Zaqueo (también un hombre rico) y las palabras preciosas del Señor referentes a
él conociendo la actitud de su corazón! (Lucas
19: 8 y 9)
Hay a quienes no les importó quedarse
sin comer con tal de que otro comiera, o pensó en usar un calzado más económico
para poder calzar a un hermano. Otro decidió repartir su mejor ropa entre
quienes no tenían, pues en algún momento tendría la oportunidad de adquirir
ropa nueva. Hay quien en vez de comprar un diario compra dos para llevar uno de
ellos a la casa de la viuda, del enfermo o para el huérfano.
Hay quien en vez de lucir un vehículo lujoso
del año, por sobriedad se abstiene y usa uno de menor rango para no alimentar
su ego y derrochar el valioso recurso que reconoce debe compartir con hermanos
necesitados.
Eso les resta placeres de este mundo con
toda seguridad y por supuesto representa una negación personal, es cierto, pero
aprenden a “saborear” los deleites celestiales.
Y las lágrimas de gratitud corren por
las mejillas de aquellos que necesitados, ven literalmente al Señor acordarse
de ellos y cuidarles.
Por cosas como estas es que recalco que
a muchos no les parece que la vivencia en el reino sea así, pues toca sus
intereses materiales más amados. Aquello a lo que está apegado su corazón,
aunque pretenden amar a Dios igualmente. Porque según 1° Corintios 13, puedo darlo todo, hasta la vida misma, sin tener
ni un ápice de amor.
Pero ¿existe la verdad sin la piedad o
la piedad sin la verdad?, ¿son acaso opcionales como para que elijamos entre
ambas?
De acuerdo a los que nos dicen los
pasajes de Tito apuntados, no existe una sin la otra. No hay conocimiento de la
verdad que no provenga de la piedad. No se puede vivir la piedad legítima ajena
de la verdad genuina.
Si alguien pretende ver esta piedad como
una conveniencia económica, no sabe de qué espíritu es. No lo es, ni se le
parece.
Lamentablemente muchos usan la piedad
para auto-beneficiarse (1° Timoteo 6: 5).
Tal como lo dice allí, esas son personas corruptas en que no hay verdad. Mucho
menos el ejercicio de la piedad es un trueque con Dios como lo plantean las doctrinas
de engaño.
La verdad que se fundamenta en la
piedad, más que llenar los bolsillos, trabaja para dar (“El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo
que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.” Efesios 4: 28). Y eso es un sacrificio
agradable al Señor. (Hebreos 13: 16)
Continuará…