Escrito autóctono
Continuación.
Nunca,
escuche bien, nunca estuvo en la mente de Dios que su iglesia fuese un paraíso
financiero para nadie, ni que se mostrara al mundo como una Corporación
multimillonaria poseedora de terrenos, edificios y lujos a granel para
demostrar su poder o dominio pues como casa del Dios Verdadero debía mostrarse
“bendecida” porque "Dios es el dueño del oro y de la plata". Nada más
lejos de la verdad a quienes creen que eso debe ser así. Todo lo contrario; más
bien ha sido una demoníaca manipulación, un vil engaño y una pésima
interpretación de lo que realmente es la casa del Dios Verdadero, que ha usado
a millones por siglos en aras de la “fe”.
Nada de eso
en ninguna forma denota a una iglesia sencilla y triunfante sino a una avara y
acaparadora que borró de tajo las palabras del mismo Señor cuando dijo “haceos
tesoros en el cielo…” lo que en ningún momento conllevaba un símbolo monetario.
No habla bien
de la Justicia nacida en el corazón de Dios, la igualdad y la equidad que se
deriva del genuino conocimiento de Él, el que algunos vividores parezcan jeques
petroleros, haciendo su fortuna a costa de los creyentes. No hablan bien los
recursos despilfarrados a pesar de hermanos necesitados.
De hecho
entre más posesiones muestran esas disque iglesias y entre más grandes y
lujosas sean las obras físicas o edificios que erigen “en nombre de Dios”,
dejan más al descubierto la ingrata e inhumana actitud que endosa dichas obras sobre
las espaldas de los necesitados miembros, la mayoría de los cuales son personas
de humilde condición.
Y los pobres
hermanitos a quienes continúan despojando, “se tragan” el engaño creyendo estar sembrado en la obra de Dios.
Le venden al
humilde la mentira de que entregándolo todo es como recibirá las riquezas
ilimitadas de parte de Dios; al rico, de que el Señor está agradado con su
“generosidad” y eso le asegura su vida en esta existencia… y en la otra,
-aunque insista en el pecado-.
Esos Mega
edificios magnifican el ultrajo religioso y se elevan como monumentos a la
desconsideración. Son testimonio vivo en contra de aquellos que empeñaron en
concreto y piedra lo que debía ser alimento, abrigo y sostén para los
pequeñitos del Señor. Esas piedras hablarán un día en su contra.
¿A quién le
quedarán esas Mega obras y millonarias inversiones cuando el Señor venga por su
iglesia? Piénselo.
El Nuevo
Testamento nunca muestra a una iglesia así por ninguna parte. Las riquezas y
posesiones materiales no son un fin en la casa del Señor, ni su mensaje, pues
nuestra ciudadanía no es terrenal ni nuestros intereses los de este mundo. Nada
de ello figura en la lista de los dones ni el fruto del Espíritu. Nada de eso
aparece en el objetivo de quienes son llamados a servir en la casa del Señor
según el Nuevo Testamento.
Esto claro
está, no les suena nada atractivo a muchos por allí que pretenden ser los
grandes siervos y “amigotes” de Dios luciendo billeteras al tope, casas,
posesiones y hasta mansiones lujosas, vehículos del año o limusinas; vivencias
al mejor estilo de los ricos y famosos.
Continuará…