domingo, 6 de noviembre de 2016

El precio de vivir la verdad según la piedad. (4° parte)

El precio de vivir la verdad según la piedad. (4° parte)
Escrito autóctono

Continuación.

Nunca, escuche bien, nunca estuvo en la mente de Dios que su iglesia fuese un paraíso financiero para nadie, ni que se mostrara al mundo como una Corporación multimillonaria poseedora de terrenos, edificios y lujos a granel para demostrar su poder o dominio pues como casa del Dios Verdadero debía mostrarse “bendecida” porque "Dios es el dueño del oro y de la plata". Nada más lejos de la verdad a quienes creen que eso debe ser así. Todo lo contrario; más bien ha sido una demoníaca manipulación, un vil engaño y una pésima interpretación de lo que realmente es la casa del Dios Verdadero, que ha usado a millones por siglos en aras de la “fe”.

Nada de eso en ninguna forma denota a una iglesia sencilla y triunfante sino a una avara y acaparadora que borró de tajo las palabras del mismo Señor cuando dijo “haceos tesoros en el cielo…” lo que en ningún momento conllevaba un símbolo monetario.

No habla bien de la Justicia nacida en el corazón de Dios, la igualdad y la equidad que se deriva del genuino conocimiento de Él, el que algunos vividores parezcan jeques petroleros, haciendo su fortuna a costa de los creyentes. No hablan bien los recursos despilfarrados a pesar de hermanos necesitados.

De hecho entre más posesiones muestran esas disque iglesias y entre más grandes y lujosas sean las obras físicas o edificios que erigen “en nombre de Dios”, dejan más al descubierto la ingrata e inhumana actitud que endosa dichas obras sobre las espaldas de los necesitados miembros, la mayoría de los cuales son personas de humilde condición.

Y los pobres hermanitos a quienes continúan despojando, “se tragan” el engaño creyendo  estar sembrado en la obra de Dios.

Le venden al humilde la mentira de que entregándolo todo es como recibirá las riquezas ilimitadas de parte de Dios; al rico, de que el Señor está agradado con su “generosidad” y eso le asegura su vida en esta existencia… y en la otra, -aunque insista en el pecado-.

Esos Mega edificios magnifican el ultrajo religioso y se elevan como monumentos a la desconsideración. Son testimonio vivo en contra de aquellos que empeñaron en concreto y piedra lo que debía ser alimento, abrigo y sostén para los pequeñitos del Señor. Esas piedras hablarán un día en su contra.

¿A quién le quedarán esas Mega obras y millonarias inversiones cuando el Señor venga por su iglesia? Piénselo.

El Nuevo Testamento nunca muestra a una iglesia así por ninguna parte. Las riquezas y posesiones materiales no son un fin en la casa del Señor, ni su mensaje, pues nuestra ciudadanía no es terrenal ni nuestros intereses los de este mundo. Nada de ello figura en la lista de los dones ni el fruto del Espíritu. Nada de eso aparece en el objetivo de quienes son llamados a servir en la casa del Señor según el Nuevo Testamento.

Esto claro está, no les suena nada atractivo a muchos por allí que pretenden ser los grandes siervos y “amigotes” de Dios luciendo billeteras al tope, casas, posesiones y hasta mansiones lujosas, vehículos del año o limusinas; vivencias al mejor estilo de los ricos y famosos.

Continuará…