domingo, 30 de octubre de 2016

El precio de vivir la verdad según la piedad. (3° parte)



El precio de vivir la verdad según la piedad. (3° parte)
Escrito autóctono

Continuación.

¿Cómo vamos a querer una vida limitada si la época moderna exige contar con recursos para estar a la altura y no quedarse atrás?

Encima, saltan las doctrinas pseudo-cristianas que le venden a sus seguidores la promesa de riquezas abundantes invirtiendo en la obra de Dios, como si se tratase de un negocio bursátil.

Sus líderes carismáticos que ya lograron el salto a “una vida sin carencias”, muestran como “Dios no miente” porque a ellos les funcionó. Claro!, porque todos los recursos les apuntan a ellos mientras que los demás esperan que del cielo les baje la pepita de oro.

Continúa diciéndonos la Escritura: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.1° Timoteo 6: 9 al 11

En resumen… ¿Debemos interpretar con todo esto que esforzarse por alcanzar una vida tranquila en el plano económico va en contra del propósito de Dios?

Le puedo asegurar que no.

1° Tesalonicenses 4: 11 y 12 nos recalca: “…que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada.

Parece una contradicción pero no lo es. Una cosa es la codicia, vana y diabólica que pretende enriquecerse a toda costa y otra prepararse académicamente y trabajar honestamente por una mejor calidad de vida.

Entonces dejémoslo claro: aunque este caminar con Dios no define la pobreza como un requisito, tampoco implica la promesa de convertirse en un magnate del dinero y querer prácticamente “torcer” el brazo a Dios para que otorgue la prosperidad, tan tergiversada por muchos.

Continuará…