El
precio de vivir la verdad según la piedad. (1° parte)
Escrito autóctono
Tito
1: 1b: “conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la
verdad que es según la piedad,”
Tito
2: 11 y 12 “Porque la gracia de Dios,… nos enseña que, renunciando a la
impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y
piadosamente,”
La piedad humanamente hablando se
considera como aquella actitud que no infringe mal a nadie ni siquiera por un
mal recibido. Así mismo se la define como una virtud por la cual se tiene
compasión por los más necesitados en cualquier índole y opera en su ayuda. Es
vista como un valor humano muy elevado.
También se la considera como la devoción
y fidelidad a una práctica o creencia religiosa.
Muchos pueden precisarla como una gema cuyas
raíces están en Dios y se expresa como propia de aquellos que dicen conocerle y
ser su pueblo.
La piedad debe ir necesariamente
acompañada de misericordia y compasión, y aunque cada una de ellas tiene un
concepto individual, podríamos considerarlas hermanas.
Todo es muestra de algo muy puro y apegado a las Escrituras. Más no nos engañemos con un cuadro
bonito.
La piedad planteada en los pasajes
bíblicos apuntados, está estrechamente ligada con la verdad y su aplicación o
vivencia realmente no tiene relación con las que conocemos humanamente hablando,
por más positivos y sagrados que sean tomados dichos conceptos.
¿Por qué concluyo esto? Porque comprendemos
que cualquiera puede mostrar piedad, misericordia y compasión sin
necesariamente estar en la verdad ni conocerla. Lo vemos en muchos programas de
instituciones y agrupaciones creadas con fines solidarios. Lo vemos en personas
individuales movidos a ayudar a los desvalidos. Claro está que dichos esfuerzos
y programas son muy nobles y dignos de todo reconocimiento, que cumplen una muy
importante labor basados en los más elevados principios humanitarios y por
supuesto también religiosos. ¿Qué sería del mundo sin ellos? nos preguntamos. ¿Acaso
Dios desaprueba esta labor social? Por supuesto que no.
Pero de nuevo y tal como le ocurrió al
mismo Señor, Él atendió el hambre de las personas, pero eso no garantizaba su
Salvación. El hambre, la sed, el vestido del cuerpo, nada tienen que ver con
las mismas necesidades pero en el plano espiritual. Aquellos que reciben la
ayuda tan necesaria para satisfacer su necesidad física más urgente, no necesariamente
están anuentes a recibir el Mensaje que puede salvarles.
La Palabra establece un sentido mucho
más amplio y ciertamente diferente de lo que es la piedad según Dios. En esta
idea Divina de la piedad, está apoyada en definitiva la verdad, y es en la que
Dios quiere que nos ejercitemos sus hijos.
Continuará…