domingo, 16 de octubre de 2016

El precio de vivir la verdad según la piedad. (1° parte)



El precio de vivir la verdad según la piedad. (1° parte)
Escrito autóctono

Tito 1: 1b: “conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad,” 

Tito 2: 11 y 12 “Porque la gracia de Dios,… nos enseña que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,” 


La piedad humanamente hablando se considera como aquella actitud que no infringe mal a nadie ni siquiera por un mal recibido. Así mismo se la define como una virtud por la cual se tiene compasión por los más necesitados en cualquier índole y opera en su ayuda. Es vista como un valor humano muy elevado.

También se la considera como la devoción y fidelidad a una práctica o creencia religiosa.

Muchos pueden precisarla como una gema cuyas raíces están en Dios y se expresa como propia de aquellos que dicen conocerle y ser su pueblo.

La piedad debe ir necesariamente acompañada de misericordia y compasión, y aunque cada una de ellas tiene un concepto individual, podríamos considerarlas hermanas. 

Todo es muestra de algo muy puro y apegado a las Escrituras.  Más no nos engañemos con un cuadro bonito.

La piedad planteada en los pasajes bíblicos apuntados, está estrechamente ligada con la verdad y su aplicación o vivencia realmente no tiene relación con las que conocemos humanamente hablando, por más positivos y sagrados que sean tomados dichos conceptos.

¿Por qué concluyo esto? Porque comprendemos que cualquiera puede mostrar piedad, misericordia y compasión sin necesariamente estar en la verdad ni conocerla. Lo vemos en muchos programas de instituciones y agrupaciones creadas con fines solidarios. Lo vemos en personas individuales movidos a ayudar a los desvalidos. Claro está que dichos esfuerzos y programas son muy nobles y dignos de todo reconocimiento, que cumplen una muy importante labor basados en los más elevados principios humanitarios y por supuesto también religiosos. ¿Qué sería del mundo sin ellos? nos preguntamos. ¿Acaso Dios desaprueba esta labor social? Por supuesto que no.

Pero de nuevo y tal como le ocurrió al mismo Señor, Él atendió el hambre de las personas, pero eso no garantizaba su Salvación. El hambre, la sed, el vestido del cuerpo, nada tienen que ver con las mismas necesidades pero en el plano espiritual. Aquellos que reciben la ayuda tan necesaria para satisfacer su necesidad física más urgente, no necesariamente están anuentes a recibir el Mensaje que puede salvarles.

La Palabra establece un sentido mucho más amplio y ciertamente diferente de lo que es la piedad según Dios. En esta idea Divina de la piedad, está apoyada en definitiva la verdad, y es en la que Dios quiere que nos ejercitemos sus hijos.

Continuará…