domingo, 9 de octubre de 2016

Adán y Jesús (26° Parte y final)



Adán y Jesús  (26° Parte y final)
Escrito autóctono

…Conclusión:


Comprender quién es Adán gracias a todo lo analizado, nos muestra quienes somos en nuestra humanidad, lo que somos en este cuerpo presente, en esta vida y en esta dimensión material. Comprender la identidad de Cristo conforme a todo lo que nos enseña la Palabra, nos revela también nuestra propia identidad en Él; la Eterna.

Sí, poseemos una identidad Eterna. No como los registros terrenales que describen someramente quienes somos en una cédula o documento de plástico. Es una descripción de quiénes y cómo somos esencialmente, escrito en los cielos. Es nuestra descripción en otra dimensión que es mayor a esta.

Por supuesto hay más, mucho más sobre nosotros de lo que creemos, o solo comprendemos y hemos conocido, porque no hemos penetrado a la profundidad de las maravillas que somos en Él, ampliamente descritas en las Escrituras.

Finalmente el enemigo perdió, pues no logró la condenación permanente del hombre, como él quien sí ya fue juzgado y condenado. Jamás supo que al crucificar a Cristo todo lo que estaba haciendo era darle continuidad al Plan maravilloso de Redención que tuvo Dios desde antes de todas las cosas.

Al enemigo le seguirán quienes le siguen e irán a dar a la misma condenación que él porque así lo quisieron, sin tomar nunca el camino y oportunidad de la Vida que estuvo disponible para ellos como regalo de Dios en Cristo Jesús (Juan 3: 16). Nadie está condenado irremisiblemente; todos tienen oportunidad mientras opten por la Salvación que Dios les ofrece en esta vida.

Pero también hay quienes medio vivirán aquí porque así lo quisieron, conociendo en forma limitada por los temores que les enfundaron, ignorando las riquezas excelsas del conocimiento de Cristo. Se salvarán porque creyeron pero no harán más que eso. Muchos llegarán al cielo agotados por su paso por la vida. Sabrán allí todo lo que no quisieron conocer ni ver, todo cuanto pudieron hacer y no hicieron pues aunque fueron llamados a la libertad Gloriosa de los hijos de Dios, permanecieron encerrados entre paredes mentales a las que denominaron “iglesia” o “casa de Dios”, desconociendo adrede que de hecho la Casa del Señor ni se parecía a eso y era infinitamente mayor.

Aunque el enemigo quiso arruinar la eternidad de los hombres, millones serán reinstalados a una perfección mayor que la adámica por la Vida de Dios en ellos, recibirán un nuevo cuerpo glorificado y resplandecerán perpetuamente más de como resplandeció Adán; santos, puros, tal como lo promete la Escritura gracias a la obra redentora de Cristo. (Daniel 12: 3; Mateo 13: 43)

Dios vivirá con ellos eternamente y para siempre. Amén.



Próxima semana: “El precio de vivir la verdad según la piedad”