Adán y Jesús (26° Parte y final)
Escrito autóctono
…Conclusión:
Comprender quién es Adán gracias a todo lo analizado,
nos muestra quienes somos en nuestra humanidad, lo que somos en este cuerpo
presente, en esta vida y en esta dimensión material. Comprender la identidad de
Cristo conforme a todo lo que nos enseña la Palabra, nos revela también nuestra
propia identidad en Él; la Eterna.
Sí, poseemos una identidad Eterna. No como los
registros terrenales que describen someramente quienes somos en una cédula o
documento de plástico. Es una descripción de quiénes y cómo somos esencialmente,
escrito en los cielos. Es nuestra descripción en otra dimensión que es mayor a
esta.
Por supuesto hay más, mucho más sobre nosotros de lo
que creemos, o solo comprendemos y hemos conocido, porque no hemos penetrado a
la profundidad de las maravillas que somos en Él, ampliamente descritas en las
Escrituras.
Finalmente el enemigo perdió, pues no logró la
condenación permanente del hombre, como él quien sí ya fue juzgado y condenado.
Jamás supo que al crucificar a Cristo todo lo que estaba haciendo era darle
continuidad al Plan maravilloso de Redención que tuvo Dios desde antes de todas
las cosas.
Al enemigo le seguirán quienes le siguen e irán a dar
a la misma condenación que él porque así lo quisieron, sin tomar nunca el
camino y oportunidad de la Vida que estuvo disponible para ellos como regalo de
Dios en Cristo Jesús (Juan 3: 16). Nadie
está condenado irremisiblemente; todos tienen oportunidad mientras opten por la
Salvación que Dios les ofrece en esta vida.
Pero también hay quienes medio vivirán aquí porque así
lo quisieron, conociendo en forma limitada por los temores que les enfundaron,
ignorando las riquezas excelsas del conocimiento de Cristo. Se salvarán porque
creyeron pero no harán más que eso. Muchos llegarán al cielo agotados por su
paso por la vida. Sabrán allí todo lo que no quisieron conocer ni ver, todo
cuanto pudieron hacer y no hicieron pues aunque fueron llamados a la libertad Gloriosa
de los hijos de Dios, permanecieron encerrados entre paredes mentales a las que denominaron
“iglesia” o “casa de Dios”, desconociendo adrede que de hecho la Casa del Señor
ni se parecía a eso y era infinitamente mayor.
Aunque el enemigo quiso arruinar la eternidad de los
hombres, millones serán reinstalados a una perfección mayor que la adámica por
la Vida de Dios en ellos, recibirán un nuevo cuerpo glorificado y resplandecerán
perpetuamente más de como resplandeció Adán; santos, puros, tal como lo promete
la Escritura gracias a la obra redentora de Cristo. (Daniel 12: 3; Mateo 13: 43)
Dios vivirá con ellos eternamente y para siempre. Amén.
Próxima semana: “El precio de vivir la verdad según la piedad”