Una Nueva Forma
para vivir (8° parte)
Escrito Autóctono
Continuación…
Pero
en medio de todo esto está la realidad de que por mucho que corramos o
anhelemos, es muy probable que aquello que pensamos como lo justo y santificado
sea más bien una cortina de humo, un estorbo que no nos permite abrirnos y ver
la verdad.
Pasaba
igual con el velo que separaba el lugar santo del santísimo en el tabernáculo y
posteriormente en el templo, que no permitía acceder ni ver más allá de él. La
Santidad, Gloria y Presencia de Dios no estaban en aquel velo sino al otro lado
de él.
Aunque
había sido santificado como todo en ese lugar, nadie que no fuese el sumo
sacerdote podía traspasarlo una única vez al año y además estando santificado,
de lo contrario se exponía a morir.
Pero
hay alguien que por sus características tan particulares, es considerado por
Dios no solo para comprender como nadie en su época lo que había ocurrido desde
el singular acontecimiento de la cruz, sino que se le revela igualmente de
forma muy particular y sobrenatural, todo lo referente a la dinámica del cuerpo
místico de Cristo (la iglesia) que hasta ese momento era una realidad en pleno
proceso, pero oculta a sus actores. El conocimiento aportado por Dios por medio
de su Santo Espíritu a este hombre, y su ardua labor en casi todo el mundo
conocido de entonces, le hace acreedor de los más ricos escritos que disponemos
hoy en forma de cartas a las iglesias y hermanos de las diferentes regiones que
visitó; testimonio fiel con detalles amplios y claros acerca de la nueva forma
que Dios en su voluntad establecía. Es la nueva dispensación, la de la gracia y
la forma de vivirla.
Saulo
(que tiempo después vendría a ser Pablo), tenía muy clara su misión en su vida
pasada. Estaba definido en sus conceptos (Hechos 22: 3-5; 26: 5, 9-11; Filip. 3: 5). Si existía alguien
debidamente preparado y formado desde su niñez en tales formas lo era él. Desde
su perspectiva los demás debían alineársele, jamás cedería un paso atrás
conscientemente. Cualquier método validaba volver a encarrilar a los demás a lo
que él conocía y había aprendido aún con la Escritura en sus manos al mejor
estilo de “el fin justifica los medios”. Dios tenía que estar de su lado porque
hacía las cosas celosamente al pie de la letra de lo que él había aprendido que
Dios pedía. Amigo de quienes pensaran y
fueran como él, enemigo acérrimo de quienes fueran diferentes. Ni en sueños se
hubiese sentado a escuchar razones diferentes a las suyas en un ambiente de
tolerancia. Ni creía necesitarlo. Nadie lo vería moviendo un dedo en defensa de
un hombre o una mujer, ni siquiera un niño miembro de una agrupación que él
considerara parte de un movimiento de fanáticos falso, por pensar diferente a
lo que él daba como un hecho y única verdad universal y contundente. Tal era su
pasión y determinación que estaría dispuesto a ir hasta las últimas
consecuencias tras los “infieles” para erradicarlos de la faz del planeta.
Había impuesto el terror con solo mencionar su nombre.
Ése
era Saulo de Tarso.
Continuará…
Le bendecimos y agradecemos compartirnos su sentimiento conforme a cualquiera de las 4 casillas siguientes. De nuevo, gracias!