domingo, 18 de junio de 2017

Una Nueva Forma para vivir (9° parte)



Una Nueva Forma para vivir (9° parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Ése era Saulo de Tarso.

Una tromba que nadie detendría, un tren cargado y sin frenos arrasando todo a su paso hasta que colisionó con un muro impenetrable: ¡Cristo! El impacto fue tan fulminante que lo sacudió hasta sus mismas entrañas. Nada quedó en pie en él. Quedó hecho trizas al pegar con la Roca. Literalmente fue cegado por el resplandor de la luz divina que le rodeó camino a Damasco. No podía moverse ni asistirse por sí solo. Quienes iban con él para cumplir con sus órdenes quedaron a la deriva totalmente desconcertados sin saber qué hacer. La voz le dio indicaciones de qué hacer llegando a Damasco, pero no a lo que iba originalmente sino quedar en una casa encerrado hasta recibir nuevas instrucciones.

¿Cómo debieron ser esos días y noches en que no tenía nada a qué aferrase? ¿Qué pasaría por su mente? En su desesperación solo atinó a una cosa. Expresarle a Dios (al que conocía o al menos había asimilado toda su vida) su situación tan confusa. ¿Cómo se debía referir a Él? ¿Qué palabras usar? ¿Quedaría ciego el resto de su vida hasta morir? El asunto se tornó peor porque Dios no le dijo nada. Nadie le respondió. El silencio más apabullante lo rodeó. Abandonado por todos y aún por su Dios. La única cosa que quedaba era seguir orando hasta morir. Al fin y al cabo ya nada le quedaba, ni aún todo cuanto sabía. Solo recordó como una esperanza que aquél que se le había aparecido le dijo cosas inentendibles para él entonces. El tono poderoso de su voz y sus palabras resonaban en su conciencia. Tal vez si oraba mentando el Nombre que le escuchó decir: “Jesús” y que solo había oído en labios de aquella bandada de fanáticos o cuándo los forzaba a blasfemar.

Y mientras no estaba ni en este mundo ni en el otro, débil por no ingerir nada de alimento, miró con duda una visión. Como la ven aquellos que en el desierto por el sol calcinante y sin agua parecen acercarse a un oasis que es solo una ilusión antes de morir. Alguien que no conocía entraba y oraba por él. Le pareció hasta escuchar su nombre “Ananías” en aquella visión.  No era real, era solo parte de lo que produce la mente desconcertada -pensó-. Y las horas parecían eternas. Dios, su Dios nunca le respondió. Jesús, el Jesús al que ahora clamaba tampoco se le apareció más ni le habló de nuevo. Pero como alguien determinado, seguía orándole a las paredes si acaso.

Ese tiempo de total abandono de todo, sin absolutamente nada, le era necesario aunque nadie realmente quiere pasar por eso. Aún después de haberlo pasado, nadie querría volver allí. Pero para Saulo era el principio.

Continuará…