domingo, 16 de julio de 2017

Tras la Presencia de Dios (1° parte)

Tras la Presencia de Dios (1° parte)
Escrito Autóctono

¿Por qué es necesario seguirle el rastro a la Presencia de Dios para comprender si hay vigencia o no de un sitio específico como santuario de Dios?

Porque fue y sigue siendo la Presencia de Dios, la que convierte en sagrado el lugar al que llega haciéndolo su santuario o casa. Por hermoso o no que fuese cualquier sitio, nada lo haría su santuario o casa si Dios no se manifestaba en él con su Presencia. No era solo decir que Dios estaba allí, debía haberse dado una manifestación sobrenatural en ese lugar que lo justificara.

Recordemos que la nube de la Presencia de Dios debía llenar el templo; de otra forma solo quedaba como un edificio muy bellamente edificado.  Era sagrado a partir de ese momento, antes no. Y si la Presencia de Dios lo abandonaba, quedaba como un sitio común y corriente desde la perspectiva de Dios, solo recordado como un lugar sagrado para Él aunque los hombres lo mantuvieran como tal.

Lamentablemente la tendencia humana es continuar honrando y conservando aquello que Dios utilizó apegándose a esas cosas de manera que terminan constituyéndose en más importantes que el mismo Dios. Observe lo que los israelitas hicieron con la serpiente de bronce del desierto.

Si Dios no entierra a Moisés, los israelitas lo hubieran convertido en el santo de su devoción.

Si el Arca de la alianza no desaparece misteriosamente de la historia, hoy sería motivo de guerras por hacerse de él.

Pero continuando con lo que justifica o hace santo un lugar, el SINAÍ en HOREB, no hubiese sido una montaña sagrada si no se hubieran mirado los indicios claros sobrenaturales de la Presencia de Dios en ella. Ninguna persona y ni aún los animales podían acercarse o tocarla pues morían.

Aún el Arca de la alianza hubiese quedado como un simple cofre hermosamente trabajado y decorado, si la Poderosa Presencia de Dios no lo hubiese poseído. Entonces estando allí, se convirtió en una pieza sagrada que no debía manipularse sino por los sacerdotes únicamente. Cualquiera fuera de ellos que lo tocara moría.

Continuará…