Una Nueva Forma
para vivir (11° parte)
Escrito Autóctono
Continuación…
Propios
y extraños comenzaron a notar algo diferente en él. El Saulo que conocían había
muerto. Este parecía haber sido poseído o mudado a otro diferente. Él les contaría a todos lo que le pasó pero
antes de lanzarse de lleno al propósito que se le había dado a conocer, se
maravillaba día a día de lo que significaba esta nueva existencia que tenía.
Estaba dispuesto una vez más a ser
formado. Necesitaba crecer en esta nueva vida. Necesitaba ser adiestrado el
tiempo que requiriera y aprender para que su llamado tuviese las bases sólidas.
Y
pasó poco más de catorce años en ello, siendo formado a los pies ya no de un
hombre sino del Maestro, en comunidad con sus nuevos hermanos. Viviendo vida de iglesia con ellos en la
sencillez del más humilde de los aprendices, no de alguien que tenía muchísimo
conocimiento en todas las esferas que esbozar y que podría más bien haber
enseñado mucho a quienes le rodeaban, humanamente hablando. Y de verdad que era
un instrumento escogido. Lo demostró todo ese tiempo siendo un rostro más en la
casa del Señor. Hasta que Dios lo llamó por medio de una revelación ya no como
Saulo de Tarso sino como el apóstol Pablo quien con la determinación y pasión
mostradas en su vieja vida, ahora llevaría hasta las últimas consecuencias y sin
importarle aún su propia vida, el Mensaje del Evangelio encomendado al pueblo
más difícil (su propio pueblo) pero peor aún… a los gentiles, aquellos a
quienes jamás hubiese considerado estaban dentro del plan eterno de Dios.
Creció
con ellos, siendo niño jugó con ellos, aprendió mucho de su cultura, aprendió
muchos de sus diferentes idiomas. Se comunicaba con ellos, les conocía, podía
sentirlos. De hecho era ciudadano romano por nacimiento, aunque de sangre
judía. Como judío para él los no judíos simplemente eran desdichados seres de
la creación que no conocían al Dios único y verdadero ni podrían nunca acceder
a nada de Él. Pero ahora era diferente.
Era el elegido para ir a ellos.
Sí,
surgía el apóstol Pablo. Había ganado nuevos y genuinos amigos en contraste con
quienes lo habían sido en el pasado que ahora lo odiaban y pretendían su
muerte. Esta nueva vida traería cambios impensados y difíciles, pero él estaría
dispuesto inclusive a morir por su nueva causa. Y en efecto, moriría un día por
ella.
Ya
no vivía en sus propios planes ni deseos, ahora se deleitaba en los de Cristo,
ahora era Cristo en él.
Continuará…