Tras la Presencia de Dios (2°
parte)
Escrito Autóctono
Continuación…
Pero comencemos desde el principio
Dios
y el hombre (4000 A.C.)
Dios, queriendo formar una
familia, creó al hombre para compartir con él cercanamente, cara a cara, y es
precisamente lo que ocurrió en el Jardín del Edén. Pero todos conocemos la
historia, la caída del hombre le separó de su relación con Dios y al final el
ser humano tuvo que conformarse con una relación esporádica y ciertamente
distante como consecuencia de su pecado. Tan solo algunos hombres amaron
compartir con Dios y Él se les manifestaba, como fue el caso de Enoc, Noé y Abraham por mencionar solo a algunos.
Los hombres se multiplicaron,
y apartados de Dios quisieron tener en sus manos el control de cómo llegar
hasta Él -recordemos la Torre de Babel (Génesis
11: 1-9)-, pero no pudiendo hacerlo, crearon sus propios dioses referenciándolos
en la creación, la naturaleza, el sol, la luna, o en aquellas cosas que no
entendían, rindiéndoles culto y edificándoles altares.
Eso condujo al hombre a adaptar
sus dioses a su propia naturaleza y necesidad. Pretendía en su estado pecaminoso
controlar cómo, cuándo, y dónde encontrarse con ellos. No pudiendo liberarse de
su pecado, lo mezcló con la adoración a sus divinidades e hizo sagrados sus
apetitos carnales. Asignó santuarios o sitios de adoración en lugares altos,
montes (supuestamente más cerca de esos dioses), también debajo de árboles
frondosos que les significaban vida y fertilidad. Les harían, estatuas e
imágenes que los representaran para presentarle sus ofrendas y sacrificios o
bien podérselos llevar consigo a donde quiera que fuese.
Todo aquello suscitó el
nombramiento de quienes debían atender y cuidar de esos dioses y sus sitios quienes
se especializaron en las formas de adoración, ministración y administración de esos
dioses. Se consideraron a sí mismos en mediadores
entre el pueblo y dichos dioses llamándose sacerdotes y sacerdotisas que
supuestamente manipulaban el mundo espiritual con rituales y prácticas que solo
ellos conocían y entendían para finalidades provechosas para ellos y también malignas.
Esto se degeneró aún más con
el paso de los siglos produciendo otro tipo de prácticas de donde salieron
curanderos, brujos, hechiceros, chamanes, entre otros. Estos basaban su función
en la facultad de intermediar entre los espíritus de los muertos y los vivos -según
ellos-, reconociéndoseles también como portadores de sus mensajes.
Continuará…