Tras la Presencia de Dios (10°
y última parte)
Escrito Autóctono
Continuación…
Ya el creyente no estaría
condicionado ni tendría que ir a buscarlo a ningún sitio, tampoco tendría mil
barreras para poder acercarse a su Dios; ahora Dios estaba dentro de él. Ahora él
como templo, se constituiría en parte de otro edificio mayor (Efesios
2: 21; 1° Pedro 2: 5), también espiritual;
la iglesia el cuerpo de Cristo, universal y eterna.
Entonces donde quiera que
estuviera, estaría la casa del Señor porque él mismo era la casa de Dios, y el
templo, y el tabernáculo, y el edificio, y el sacrificio en el altar.
Es lo dispuesto por Dios. Es
la manera maravillosa y libertad que ahora disfrutamos. Pregunto: ¿Agregaremos
algo a ese plan sublime y tan perfecto? ¿Nos lo pide Dios? ¿Seguiremos atados y
subyugados a formas antiguas cuando Dios ya estableció contundentemente otra
mejor y más conveniente forma por medio de su Hijo?
Conocer esto debe
necesariamente de cambiar nuestra perspectiva de a dónde está la Presencia de
Dios hoy, y cuál es la forma en la que Él quiere que nos acerquemos a Él.
No ocupamos una piedra marcada
con aceite ni aceite sagrado, unas piedras amontonadas, una víctima animal, una
montaña sagrada, una tienda con un cofre sagrado, unos muebles o utensilios
santificados, tampoco un sacerdote asignado y ni
siquiera un sumo sacerdote; no precisamos de la cima de un monte que Dios mismo señalara alguna vez para poner su
Nombre allí ni un edificio consagrado; ¡Nada!
No necesitamos en lo absoluto nada
materialmente hablando para relacionarnos con el Padre, solo a Cristo.
Y ahora poseyendo su
Presencia, nos juntamos con quienes también la tienen y la Gloria de su
Presencia es un hecho natural y visible entre nosotros donde quiera que
estemos. ¡Gloria a Dios!
Alguien me dijo una frase que llamó mi atención: “hay que ir a visitar a Dios a su casa cada
semana”. En definitiva eso debería haberlo escrito el Salmista David pues a la verdad lo que
él quería era vivir en la casa del Señor. Pero ni él con todo y tener un
corazón conforme a Dios, ni experimentó ni se pudo nunca imaginar lo que pasaría.
Dios vendría a nosotros, porque lo que siempre quiso fue morar con y en
nosotros.
Ahora, al poseer su Presencia, estamos bendecidos, tenemos seguridad, somos libres, nada nos falta. ¡Amén y
amén!