domingo, 17 de septiembre de 2017

Tras la Presencia de Dios (10° y última parte)

Tras la Presencia de Dios (10° y última parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Ya el creyente no estaría condicionado ni tendría que ir a buscarlo a ningún sitio, tampoco tendría mil barreras para poder acercarse a su Dios; ahora Dios estaba dentro de él. Ahora él como templo, se constituiría en parte de otro edificio mayor (Efesios 2: 21; 1° Pedro 2: 5), también espiritual; la iglesia el cuerpo de Cristo, universal y eterna.

Entonces donde quiera que estuviera, estaría la casa del Señor porque él mismo era la casa de Dios, y el templo, y el tabernáculo, y el edificio, y el sacrificio en el altar.

Es lo dispuesto por Dios. Es la manera maravillosa y libertad que ahora disfrutamos. Pregunto: ¿Agregaremos algo a ese plan sublime y tan perfecto? ¿Nos lo pide Dios? ¿Seguiremos atados y subyugados a formas antiguas cuando Dios ya estableció contundentemente otra mejor y más conveniente forma por medio de su Hijo?

Conocer esto debe necesariamente de cambiar nuestra perspectiva de a dónde está la Presencia de Dios hoy, y cuál es la forma en la que Él quiere que nos acerquemos a Él.

No ocupamos una piedra marcada con aceite ni aceite sagrado, unas piedras amontonadas, una víctima animal, una montaña sagrada, una tienda con un cofre sagrado, unos muebles o utensilios santificados, tampoco un sacerdote asignado y ni siquiera un sumo sacerdote; no precisamos de la cima de un monte que Dios mismo señalara alguna vez para poner su Nombre allí ni un edificio consagrado; ¡Nada!

No necesitamos en lo absoluto nada materialmente hablando para relacionarnos con el Padre, solo a Cristo.

Y ahora poseyendo su Presencia, nos juntamos con quienes también la tienen y la Gloria de su Presencia es un hecho natural y visible entre nosotros donde quiera que estemos. ¡Gloria a Dios!

Alguien me dijo una frase que llamó mi atención: “hay que ir a visitar a Dios a su casa cada semana”. En definitiva eso debería haberlo escrito el Salmista David pues a la verdad lo que él quería era vivir en la casa del Señor. Pero ni él con todo y tener un corazón conforme a Dios, ni experimentó ni se pudo nunca imaginar lo que pasaría. Dios vendría a nosotros, porque lo que siempre quiso fue morar con y en nosotros.

Ahora, al poseer su Presencia, estamos bendecidos, tenemos seguridad, somos libres, nada nos falta. ¡Amén y amén!