Tras la Presencia de Dios (8°
parte)
Escrito Autóctono
Continuación…
¿Cómo podría la Presencia de
Dios poseer un cuerpo si solo el hecho de tocarla provocaba la muerte
inmediata?
No se podía, salvo que dicho
cuerpo fuese santo por no haber cometido pecado nunca, y en toda la raza humana
nadie calificaba. Pero aparece en el escenario Cristo. Recordemos que Él tenía
la capacidad de pecar si lo hubiese querido más decidió no hacerlo.
Jesús fue sin pecado alguno en
toda su existencia aquí en la tierra. Su cuerpo santo era capaz de poseer la
Presencia de Dios en Él sin profanarla y por lo tanto tampoco morir por ella.
Nadie antes de Él reunía las condiciones, nadie después de Él lo podría jamás.
Dios quería asegurarse que su Presencia Sagrada nunca más volviese a estar
expuesta directamente a los hombres para no exponerlos a morir. Entonces se
proveyó un “sitio” seguro y fiel: su propio Hijo.
Y como lo mencionamos
anteriormente, Cristo es el primero en llamarse así mismo templo (Juan
2: 18-22).
Decir que la Presencia de Dios
ahora estaría solo y únicamente en Cristo, se respalda plenamente en la
Palabra. (Colosenses 1: 15 dice:
“Él es la imagen del Dios invisible” y en el capítulo 2 versículo 9 recalca: “Porque en Él (en Cristo) habita
corporalmente toda la plenitud de la Deidad,…”). Entonces ahora la
Presencia de Dios dejaría de estar en lugar terrenal alguno, sólo estaría en
Cristo.
Después
de la Cruz…
La
Presencia de Dios en el Hombre por medio de Cristo
Para esta dispensación de la
gracia que vivimos, Cristo por medio de la Sangre de su sacrificio y su
Palabra, limpia al individuo y lo santifica. El hombre es hecho sacerdote,
vestido con vestiduras espirituales nuevas y ungido por el Espíritu Santo.
Luego de la cruz, quienes
creyesen serían santificados para poder tener en ellos la Presencia de Dios
también pero no de forma directa, sino por medio de Cristo. Importante, la
Santidad de la Presencia de Dios no la podemos resistir los hombres a causa de
nuestro pecado y por ello estamos expuestos a morir por ella todavía hoy. Eso
no ha dejado de ser. El ser limpiados con la Sangre de Cristo y santificados
por el Espíritu de Dios, no evita en ninguna forma que continuemos propensos a
pecar todavía. Seguimos expuestos al pecado. Lo glorioso es que …“si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1°
Juan 1: 9. Su limpieza es diaria si acudimos arrepentidos a lavarnos en
su Sangre.
Continuará…