domingo, 27 de agosto de 2017

Tras la Presencia de Dios (7° parte)

Tras la Presencia de Dios (7° parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

De verdad, pensar en hacerle una casa al Dios del Universo no resulta cuerdo, y Él se los dice: “El cielo es mi trono y la tierra estrado de mis pies”. Ni siquiera los cielos mismos le pueden contener.  Aún así, Dios no les deja a ellos el criterio de cómo construirla sino que les da el diseño como lo había hecho siglos antes igualmente con el tabernáculo (1° Crónicas 28: 19)

Pensar que el hombre pudiera contener al Dios verdadero en un edificio es como pensar que se puede meter al Sol en el bolsillo del pantalón.

Llamarle casa de Dios a un sitio, fue más la manera de decir que su Presencia estaba allí, más no necesariamente que Dios viviera allí. La Palabra lo afirma categóricamente: “Él no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos 7: 48; 17: 24).

En su momento también los sacerdotes colocaron el Arca de la Alianza dentro del santuario en el Lugar santísimo y luego la Presencia de Dios vino a llenarla.

RESUMEN
La Presencia de Dios que podía manifestarse de diferentes maneras convertía a un sitio en: su santuario, un lugar santo, su casa temporal (Génesis 28: 16 y 17; 35: 6 y 7); o a una montaña  (Horeb, Éxodo 3: 1-5), o un sitio cualquiera (Josué 5: 14 y 15). Luego transformó al tabernáculo al que se le llamó templo o casa de Dios por estar en él el Arca de la Alianza (1° Samuel 1: 7, 9 y 24;  2: 22; 3: 3) y por último al edificio-templo como tal ubicado en un sitio (Jerusalén) marcado o elegido por Él para ser su santuario por encontrarse allí su Nombre y a donde sería llevada el Arca de la Alianza (1° Reyes 8; Esdras 6: 12) hasta que desapareció de la historia unos 600 años antes de Cristo.

La Presencia de Dios por primera vez y en definitiva en un hombre; ¡Cristo!
Después de manifestarse de diferentes maneras y en distintos sitios físicos, la Presencia de Dios estaría en uno que no tendría antecedente ni referencia o parecido alguno con los anteriores. Uno designado por Dios no construido  por el hombre ni visible aunque contenido en un vaso visible: un cuerpo: Jesús mismo;  constituyéndose Él ahora en el templo. Nunca antes nadie se lo habría imaginado ni había llegado hasta ese punto de considerarse a sí mismo templo, ni hubiese podido serlo antes de Él, pues el pecado imposibilitaba a cualquier ser humano la santidad requerida para contenerla.

¿Cómo podría la Presencia de Dios poseer un cuerpo si solo el hecho de tocarla provocaba la muerte inmediata?

Continuará…