domingo, 16 de septiembre de 2018

La deserción cristiana (8° parte)


La deserción cristiana (8° parte)
Escrito autóctono

Continuación…

Por eso es una maravilla la iglesia sencilla de la Palabra. No tiene necesidad de estar mercadeando sus reuniones para que venga nadie. No tiene necesidad de informar de su “horario” a ver qué más “pescan”. Cuidado y pescan un resfrío quienes se atreven a eso.

Por ello no necesita rótulos, ni programas, porque no se está auto promoviendo  ni entreteniendo a nadie.

Por ello no pudimos encontrar ninguna cuando al principio, en que comenzábamos en esto, la buscábamos. El Señor la libraba de nosotros.

Por eso surgió y debe surgir naturalmente entre nosotros como la expresión que es del cuerpo de Cristo para que sea el Señor el que la hace surgir y no ningún hombre. Podemos ir y sembrarla o regarla según el Señor lo disponga pero es Dios quien le da el crecimiento. (1° Cor. 3: 6 y 7)

Entonces es simple. Si hablo con alguien, debe de activarse en esa persona lo que debe de activarse por obra del Espíritu y si está para ello. Debe de surgir vida en él o ella; si no, ¿yo que hago echándome al hombro un problema que no provoqué ni es mío?

Esto me garantiza ya no perder el tiempo con nadie. Todos han de oír, pero en el que se produzca fe, da fruto de ello, entonces es un corazón en el cual Dios deposita su Verdad y ésta dará fruto abundante en Cristo por el Espíritu. Sólo así sabrán que es la obra del Señor y dependerán de Él y no de ningún hombre.

Evito con todo mi corazón y me empeño para que no vean en mí un posible líder para nada, por eso siempre los llevo a Cristo y yo me hago a un lado. Eso no significa abandono por supuesto. Hay que discipularlos como lo dice la Palabra y eso es estando con ellos, pero siempre su fin es Cristo. Nuestra función solo es parte de su proceso por el tiempo que el Señor disponga y luego son capaces de caminar solos y bendecir a otros.

Continuará…