La deserción cristiana (8° parte)
Escrito
autóctono
Continuación…
Por eso es una maravilla la iglesia sencilla de la
Palabra. No tiene necesidad de estar mercadeando sus reuniones para que venga
nadie. No tiene necesidad de informar de su “horario” a ver qué más “pescan”.
Cuidado y pescan un resfrío quienes se atreven a eso.
Por ello no necesita rótulos, ni programas, porque no
se está auto promoviendo ni entreteniendo
a nadie.
Por ello no pudimos encontrar ninguna cuando al
principio, en que comenzábamos en esto, la buscábamos. El Señor la libraba de
nosotros.
Por eso surgió y debe surgir naturalmente entre
nosotros como la expresión que es del cuerpo de Cristo para que sea el Señor el
que la hace surgir y no ningún hombre. Podemos ir y sembrarla o regarla según
el Señor lo disponga pero es Dios quien le da el crecimiento. (1°
Cor. 3: 6 y 7)
Entonces es simple. Si hablo con alguien, debe de
activarse en esa persona lo que debe de activarse por obra del Espíritu y si
está para ello. Debe de surgir vida en él o ella; si no, ¿yo que hago echándome
al hombro un problema que no provoqué ni es mío?
Esto me garantiza ya no perder el tiempo con nadie.
Todos han de oír, pero en el que se produzca fe, da fruto de ello, entonces es
un corazón en el cual Dios deposita su Verdad y ésta dará fruto abundante en
Cristo por el Espíritu. Sólo así sabrán que es la obra del Señor y dependerán
de Él y no de ningún hombre.
Evito con todo mi corazón y me empeño para que no vean
en mí un posible líder para nada, por eso siempre los llevo a Cristo y yo me
hago a un lado. Eso no significa abandono por supuesto. Hay que discipularlos
como lo dice la Palabra y eso es estando con ellos, pero siempre su fin es
Cristo. Nuestra función solo es parte de su proceso por el tiempo que el Señor
disponga y luego son capaces de caminar solos y bendecir a otros.
Continuará…