Debemos entenderlo… no hay de otra (3° y última parte)
Escrito Autóctono
Continuación…
Imagino a Noé
poniendo un clavo de más en el Arca, una tabla de más, cualquier cosa que a su
criterio hubiera añadido…, no estaríamos aquí. Su éxito estuvo en hacer todo lo
que Dios le dijo al pie de la letra. (Génesis 6: 14-16 y 7: 5)
Si Moisés cambia un
solo color de los que le ordenó el Señor, un solo hilo a su criterio en la construcción
del tabernáculo y el Arca del pacto…, nunca hubiesen tenido la Presencia de
Dios entre ellos porque la obediencia estricta y apegada a la Palabra de Dios
era imprescindible para que Él cumpliera su parte viniendo a llenar aquel
mueble. (“…como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el
tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te
ha mostrado en el monte” Hebreos 8: 5).
El posterior templo
que edificara Salomón en Jerusalén, no fue su diseño, fue el que Dios le dio a
David para que de esa manera fuera edificado (1° Crónicas 28: 19). Así
que en lo concerniente a lo de Dios, nada de lo que hagamos por nuestra propia
cuenta sirve, como dije más bien estorba y atrasa.
¡Por favor
entendámoslo!
Si queremos verle a
Él y funcionar en la corriente del Espíritu, debemos hacerlo a su manera, jamás
a la nuestra.
Lo mismo sucede con
la familia, con el matrimonio, con la relación entre hermanos, aún con nuestra
vida cotidiana. Es a la manera de Dios, no a la nuestra. Nosotros no hacemos
más que complicar las cosas y encima estresarnos en todo, hasta en la iglesia,
y después tenemos que estarle pidiendo a Dios que nos saque porque nosotros enmarañamos
las cosas.
Y cuando las cosas
están enredadas -como es lógico-, culpamos a Dios; pero… ¡¿qué culpa tiene Dios
de nuestra terquedad?! Si en todo hemos hecho nosotros nuestra voluntad y no la
suya que era lo que más nos convenía. Si
no seguimos sus preceptos, ¿qué queríamos obtener?
Pero seguimos,
seguimos con nuestras cosas, seguimos diciéndole a Dios que no, seguimos
haciéndolo a un lado, seguimos dándole la espalda.
No nos extrañe si
al final nos la da a nosotros.
No nos extrañe si
después de haber creído que habíamos edificado, más bien nos llevamos la
sorpresa de que éramos el obstáculo.
Qué difícil y
desconcertante será darnos cuenta hasta el final.
Qué terrible haber
creído toda la vida de que estábamos viviendo en plena Gloria y enterarnos que
ni siquiera alcanzaba el estatus de letrina. ¡Qué fuerte!
Todo porque lo
hicimos a nuestra manera y nunca a la
manera de Dios.
O hacemos lo que
Dios dice y dejamos de satisfacernos a nosotros mismos pensando que estamos
llevando al pueblo en el camino de Dios, o vivimos engañados todo el tiempo. No
hay de otra.
Fin
Próxima serie: Ya que Dios no nos hizo robots...