domingo, 14 de octubre de 2018

Debemos entenderlo… no hay de otra (3° y última parte)


Debemos entenderlo… no hay de otra (3° y última parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Imagino a Noé poniendo un clavo de más en el Arca, una tabla de más, cualquier cosa que a su criterio hubiera añadido…, no estaríamos aquí. Su éxito estuvo en hacer todo lo que Dios le dijo al pie de la letra. (Génesis 6: 14-16 y 7: 5)

Si Moisés cambia un solo color de los que le ordenó el Señor, un solo hilo a su criterio en la construcción del tabernáculo y el Arca del pacto…, nunca hubiesen tenido la Presencia de Dios entre ellos porque la obediencia estricta y apegada a la Palabra de Dios era imprescindible para que Él cumpliera su parte viniendo a llenar aquel mueble. (“…como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte” Hebreos 8: 5).

El posterior templo que edificara Salomón en Jerusalén, no fue su diseño, fue el que Dios le dio a David para que de esa manera fuera edificado (1° Crónicas 28: 19). Así que en lo concerniente a lo de Dios, nada de lo que hagamos por nuestra propia cuenta sirve, como dije más bien estorba y atrasa.

¡Por favor entendámoslo!

Si queremos verle a Él y funcionar en la corriente del Espíritu, debemos hacerlo a su manera, jamás a la nuestra.

Lo mismo sucede con la familia, con el matrimonio, con la relación entre hermanos, aún con nuestra vida cotidiana. Es a la manera de Dios, no a la nuestra. Nosotros no hacemos más que complicar las cosas y encima estresarnos en todo, hasta en la iglesia, y después tenemos que estarle pidiendo a Dios que nos saque porque nosotros enmarañamos las cosas.



Y cuando las cosas están enredadas -como es lógico-, culpamos a Dios; pero… ¡¿qué culpa tiene Dios de nuestra terquedad?! Si en todo hemos hecho nosotros nuestra voluntad y no la suya que era lo que más nos convenía.  Si no seguimos sus preceptos, ¿qué queríamos obtener?

Pero seguimos, seguimos con nuestras cosas, seguimos diciéndole a Dios que no, seguimos haciéndolo a un lado, seguimos dándole la espalda.

No nos extrañe si al final nos la da a nosotros.

No nos extrañe si después de haber creído que habíamos edificado, más bien nos llevamos la sorpresa de que éramos el obstáculo.

Qué difícil y desconcertante será darnos cuenta hasta el final.

Qué terrible haber creído toda la vida de que estábamos viviendo en plena Gloria y enterarnos que ni siquiera alcanzaba el estatus de letrina. ¡Qué fuerte!

Todo porque lo hicimos a nuestra manera y  nunca a la manera de Dios.

O hacemos lo que Dios dice y dejamos de satisfacernos a nosotros mismos pensando que estamos llevando al pueblo en el camino de Dios, o vivimos engañados todo el tiempo. No hay de otra.

Fin

Próxima serie:  Ya que Dios no nos hizo robots...