domingo, 28 de octubre de 2018

Ya que Dios no nos hizo Robots... (2° Parte)


Ya que Dios no nos hizo Robots... (2° Parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Lo que estoy diciendo es que su disposición al crearnos con tal nivel de libertad llegó al punto no solo de mostrarnos todo el bien y la verdad que ya experimentábamos con el resultado lógico de un bienestar indescriptible, sino que también nos presentó el mal y sus consecuencias claras de destrucción y muerte, con el árbol de la ciencia o conocimiento del bien y del mal que permitió que brotase en medio del huerto y llevándonos a conocerlo (Génesis 2:16 y 17; 3:2 y 3). Recordemos que también allí mismo lucía otro árbol llamado de vida que también conocíamos (Génesis 2:9) Parece inaudito, pero ese árbol de fruto tentador era un elemento más que colaboraba a nuestra libertad porque nos daba otro factor más que tenía su lugar y que no nos ocultaría adrede para que pudiéramos decidir con todos los elementos sobre la mesa. Es decir, Dios no nos ocultó la verdad, nos mostró la totalidad de la situación porque parte de la realidad era también la existencia del mal evidentemente.

Claro!, porque darnos voluntad pero no mostrarnos el árbol de la ciencia del bien y del mal o impedir que estuviera allí, era igual a limitarnos a conocer solo lo bueno y nada más que lo bueno decidiendo por nosotros y eso lo hacía cruzar la línea del derecho con que nos había creado, aunque nosotros en nuestra perfección no lo hubiésemos considerado así estoy seguro. Pero también es muestra característica del Amor que es Él que no obliga a nadie a estar con Él. Quiere que ello sea resultado del amor y nada más.

Piense por un momento, no exponernos al mal lo convertía automáticamente en injusto obligándonos a ver solo una parte de la realidad. Porque existía esa otra realidad, dañina, pero realidad al fin y ese era el mal. ¡Qué increíble amor!

Ahora, como mencioné, estábamos tan bien y plenos con Él que finalmente teniendo en forma clara el panorama completo tanto del bien como del mal presentado por nada menos que Dios mismo, en nuestra perfección y conocimiento no tuvimos la más mínima intención de ir en otra dirección. Pero Dios, consciente de que teníamos la experiencia del bien más no la del mal, sabe que requeríamos experimentar también la otra parte debido a esa libertad con que nos hizo.


Mostrarnos la puerta hacia el mal no fue inducirnos a él (tentarnos) en ninguna manera, porque es algo que Él como Dios no puede hacer. 

¿Cómo podríamos entonces hurgar experimentalmente la otra cara de la moneda para completar nuestra libertad?


Continuará…