La Voluntad de Dios para mi vida (33°
Parte)
Escrito autóctono
Continuación…
Llama la atención que el pasaje de Jeremías recalca hacer juicio y
justicia como dos cosas diferentes. Y lo son. Dios quiere que hagamos ambas
cosas. Sin embargo juzgar generalmente está visto y se nos enseñó como algo de
cuidado que no deberíamos hacer basado en aquel pasaje que dice: “no juzguéis para que no seáis juzgados”
(Mateo
7: 1 y 2); sin embargo aquí y en otros pasajes inclusive del Nuevo
Testamento, se nos insta a juzgar pero con justo juicio (Juan
7: 24). ¿Por qué esta aparente contradicción? El problema -y nos
responde el primer pasaje- es cuando juzgamos motivados por la condenación. Cuando
no señalamos diferenciando lo bueno de lo malo sino a quien consideramos que
está actuando mal con el dedo acusador y encima lo condenamos convirtiéndonos
en jueces.
Repito, juzgar es saber diferenciar entre lo bueno y lo malo conforme
el conocimiento de la Palabra (discernir); y hacer justicia (que
interesantemente está escrito después), es vivir correctamente y rectificar lo
que se hace mal. Es decir, no solo saber qué está mal, sino aplicar la
corrección a la vivencia personal para
que nuestras obras sean las que juzguen a quienes operan de mala manera.
El buen ejercicio de esto nos lleva a aprender principalmente a aplicarlo
a nuestras propias vidas primordialmente lo que es muy sano dicho sea de paso y
no considerar como que estamos exentos. De hecho la práctica debía ser de
primero en nosotros para ejecutarlo con propiedad y consideración para con los
demás. Esto se respalda plenamente en la Escritura conforme nos lo dice en 1°
Corintios 11: 31.
No te veas condenado a ti mismo en lo que apruebas (Romanos
14: 22b). Dice la Palabra que el juicio comienza por casa es decir
desde y en nosotros primeramente aquellos que decimos ser creyentes (1°
Pedro 4: 17-19). Pero también y muy importante es sopesarse uno mismo en el juzgar a los demás (Gálatas 6: 1)
¿Y qué de la misericordia?
(“Porque misericordia quiero, y no
sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos”. Oseas 6: 6)
Va muy de la mano con juzgar y hacer juicio, pero pareciera que ni
siquiera la hemos oído nombrar.
Somos más dados a exponer al hermano, no a intentar restaurarlo.
Usamos más del dedo señalador que de la mano compasiva y ayudadora. Gustamos
más de alegrarnos cuando alguien recibe su merecido, que llorar junto al que ha
caído. No guardamos el secreto, lo ventilamos sin importarnos nada. Aplicamos
todo el peso de la disciplina sobre quien ha fallado pero escondemos nuestras
propias fallas. Todas actitudes tan
comunes aún entre los que dicen conocer al Señor pero por lo visto ignorantes
de sus enseñanzas. Creo que el ejemplo de Cristo en su manera de abordar la
misericordia es más que descriptivo.
Continuará…