domingo, 17 de noviembre de 2019

La Voluntad de Dios para mi vida (33° Parte)


La Voluntad de Dios para mi vida (33° Parte)
Escrito autóctono

Continuación…

Llama la atención que el pasaje de Jeremías recalca hacer juicio y justicia como dos cosas diferentes. Y lo son. Dios quiere que hagamos ambas cosas. Sin embargo juzgar generalmente está visto y se nos enseñó como algo de cuidado que no deberíamos hacer basado en aquel pasaje que dice: “no juzguéis para que no seáis juzgados” (Mateo 7: 1 y 2); sin embargo aquí y en otros pasajes inclusive del Nuevo Testamento, se nos insta a juzgar pero con justo juicio (Juan 7: 24). ¿Por qué esta aparente contradicción? El problema -y nos responde el primer pasaje- es cuando juzgamos motivados por la condenación. Cuando no señalamos diferenciando lo bueno de lo malo sino a quien consideramos que está actuando mal con el dedo acusador y encima lo condenamos convirtiéndonos en jueces.

Repito, juzgar es saber diferenciar entre lo bueno y lo malo conforme el conocimiento de la Palabra (discernir); y hacer justicia (que interesantemente está escrito después), es vivir correctamente y rectificar lo que se hace mal. Es decir, no solo saber qué está mal, sino aplicar la corrección a la vivencia personal  para que nuestras obras sean las que juzguen a quienes operan de mala manera.

El buen ejercicio de esto nos lleva a aprender principalmente a aplicarlo a nuestras propias vidas primordialmente lo que es muy sano dicho sea de paso y no considerar como que estamos exentos. De hecho la práctica debía ser de primero en nosotros para ejecutarlo con propiedad y consideración para con los demás. Esto se respalda plenamente en la Escritura conforme nos lo dice en 1° Corintios 11: 31.

No te veas condenado a ti mismo en lo que apruebas (Romanos 14: 22b). Dice la Palabra que el juicio comienza por casa es decir desde y en nosotros primeramente aquellos que decimos ser creyentes (1° Pedro 4: 17-19). Pero también y muy importante es sopesarse uno mismo en el juzgar a los demás (Gálatas 6: 1)

¿Y qué de la misericordia? (“Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos”. Oseas 6: 6
Va muy de la mano con juzgar y hacer juicio, pero pareciera que ni siquiera la hemos oído nombrar.

Somos más dados a exponer al hermano, no a intentar restaurarlo. Usamos más del dedo señalador que de la mano compasiva y ayudadora. Gustamos más de alegrarnos cuando alguien recibe su merecido, que llorar junto al que ha caído. No guardamos el secreto, lo ventilamos sin importarnos nada. Aplicamos todo el peso de la disciplina sobre quien ha fallado pero escondemos nuestras propias fallas.  Todas actitudes tan comunes aún entre los que dicen conocer al Señor pero por lo visto ignorantes de sus enseñanzas. Creo que el ejemplo de Cristo en su manera de abordar la misericordia es más que descriptivo.

Continuará…