¿Qué es la iglesia que está
en la casa? 9° Parte
Escrito Autóctono
Continuación…
15- La iglesia que está en
la casa no es una democracia
Bien -dirá usted-, si el asunto no es de uno dirigiendo o tomando las decisiones solo,
entonces es de la mayoría como dicta la democracia. Me temo decirle que tampoco
es acertado. La Palabra aclara que debe existir la tolerancia y el consenso, es
decir el acuerdo de todos -“tenían en
común todas las cosas”, “...eran de un mismo sentir”, “tenían comunión unos con
otros....”-. De allí que debe darse la comunicación y tener la madurez y
confianza para ceder cuando hay que hacerlo sin presión o manipulación de
ningún tipo. No parece ser lo más rápido a la hora de tomar una decisión pero
según la Palabra es lo sano dentro del contexto de la iglesia que está en la
casa porque todos son considerados importantes en la casa del Señor, nadie es ni
más ni menos que nadie.
16-La iglesia que está en la
casa “no tiene que ver” con la familia particular.
Dejar este punto de último, no define menor
importancia. Si por ello fuera, realmente debía ser el primero. El concepto “la
iglesia que está en la casa” no debe entenderse como únicamente casas
habilitadas para que allí se congreguen los hermanos. Esto sería más bien lo
secundario o podría decir lo de menos. Lo verdaderamente primordial es que comprendamos que nuestra casa o cualquier sitio en donde nos encontremos, se transforma en sitio de bendición por quienes estamos allí. No haciendo de nuestra casa ni ningún lugar un
santuario material, sino un espacio para que allí se viva de acuerdo a los
preceptos del Señor con todos en la familia, experimentándolo diariamente. Conste
que en ningún momento eso significa que una casa común y corriente se
transforma en la "casa del Señor", por supuesto. Sería tan errado como llamar a cualquier
templo o local terrenal "casa de Dios". Tampoco eso significa que debamos tratar de
hacer “cultos” con nuestra familia todos los días. Más bien aprovechar toda
situación para implementar un principio de la vivencia de Cristo entre los
nuestros. Se logra, pero no con poco trabajo. No estamos acostumbrados a esa
pastoral familiar; a orar en familia con y por nuestros hijos y cónyuge, a
tener tiempos de la Palabra con ellos, a aplicar los principios del reino de
Cristo en todas nuestras cosas en la familia, etc. Es muy fácil expresar
cristianismo entre los hermanos pero no así en nuestra casa particular con
nuestro cónyuge e hijos de por medio. Aquí es donde adquiere verdadero valor el
propósito de Dios referente a su diseño de la iglesia que está en la casa. Si
podemos edificar a nuestra familia y levantar el sacerdocio de nuestro cónyuge
y nuestros hijos, sabremos la envergadura de decir “yo y mi casa serviremos al
Señor” (Josué 24: 15).
¡Qué claridad tiene la vida del creyente cuando la
luz que muestra frente a los hombres, es una extensión de la luz que brilla en
su casa! “nadie enciende una luz y la pone debajo de un almud sino que...” Mateo
5: 15
Por otro lado: ¿Cuál es la grandeza de un ministro
cuyo ministerio es tremendamente visible fuera de su casa, pero no ha podido
impactar su propio entorno hogareño? Verso 16
¡Qué
propicio el consejo de Pedro al levantarse con el primer gran mensaje minutos
después de Pentecostés!: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros
hijos...” Hch.2: 39; o el de Pablo y Silas al carcelero: “Cree en el
Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa...” Hch.16: 31.
Porque como nos pasó a muchos; quisimos ganar hasta
lo último de la tierra y nuestra Jerusalén estaba literalmente abandonada.
Continuará…