domingo, 9 de agosto de 2020

El daño nefando que asesta la mala percepción de la autoridad (Parte 7)

 El daño nefando que asesta la mala percepción de la autoridad (Parte 7)

 Continuación…

Israel por su parte, en algún momento quiso funcionar como lo hacían las naciones paganas alrededor porque les pareció que eso era más funcional, y se equivocaron. Desecharon a Dios (1° Samuel 8: 4-6) y adoptaron las formas tergiversadas en que el hombre decide su propia justicia, sus propios lineamientos, sus propios sistemas de organización que finalmente no son los propios sino los del sistema de gobierno caído de Luzbel (Satán). Eso sumó un elemento más a su ya larga historia de desobediencia que causó su ruina.

Así mismo el hombre lleva a todas sus facetas dichas figuras que invaden incluso hasta su misma fe.

De allí que vemos entonces sistemas de gobiernos de unos sobre otros en el ámbito eclesial igual como sucede en la política, en donde se manejan rangos jerárquicos, jefaturas y puestos de poder que pretenden las facilidades de ejercer más dominio o poder sobre las masas. Autoridad que se funda en la falsa superioridad para controlar a los muchos. Autoridad que genera dependencia para asegurar su estabilidad y la maquilla con estatus para ser respetada.

Sistema que se rige por conquista, por fuerza, por prevalecimiento ante el compañero  para estar por encima de él y jamás como su igual ni mucho menos para servirle en amor.

Sistema que otorga poder por capacidad, pericia, herencia, formación, o inclusive por favorecimiento, antes que esencia.

Tan acostumbrados a ese sistema de gobierno que nos parece hasta lo más propicio para todo. Hasta nos ha hecho tomarlo y equipararlo con la Palabra de Dios justificándolo, aplicándolo a sus cosas, torciendo las Escrituras para imponerlo, sí, imponerlo a todos. Craso error, porque terminamos interpretando la autoridad bajo términos tergiversados (que son adulterados y malévolos) y no los de Dios.

Pero Cristo fue enfático, sumamente enfático y muy claro sobre eso. Leamos: (Marcos 10: 42-44)

Continuará…