Las “tres partes” del hombre 14° Parte
Continuación…
El hombre sin Dios
vive como esclavizado a su deseo carnal que realmente lo lleva prisionero a la
destrucción. Lo mantiene a total merced de las tinieblas y el enemigo. Esto lo
hace vivir en condenación y muerte pues sus acciones en esta condición le conducen
a ese destino. El hombre es presa fácil y además es poseído por toda clase de
espíritus malignos que lo rodean instándole hacia lo malo. Escuche qué
interesante… espíritus que lo instigan para que el hombre opere en el mal.
Ojo, ningún ser humano es obligado o manipulado como si fuese un títere inanimado para hacer lo malo, esto es sin enterarse de sus acciones.
Lo acabamos de describir; el pecado se le plantea como un placer, pero usted no es inconsciente de ello. Quien así lo piense, estaría dando un derecho o poder a los espíritus malignos y al mismo diablo de manipularlo para hacer maldades; poder que no tienen.
Creer que un espíritu maligno puede controlar un cuerpo anulando la función del alma, nos puede llevar por lógica a designar inocente al hombre que cometió delitos porque un espíritu fue el culpable de hacer a ese cuerpo asesinar, robar, violar, destruir, y realizar toda clase de maldades. El hombre entonces sería sin culpa, pero eso no se respalda con ningún pasaje de la Palabra. Siempre que un espíritu del mal incitó a alguien, dicha persona permitió que su corazón se inclinara a hacer lo malo. Tuvo voluntad y decisión propia para proceder conforme a esa mala manera de operar.
¿Por qué? Todo hombre quiso pecar en algún punto de su existencia lo cual lo condena. Este hecho lo convierte en esclavo del pecado. Se entregó a él. Ahora el pecado configura su proceder.
Nadie peca sin darse cuenta. Quizá a lo sumo podría no entender que lo que hace es pecado por falta de conocimiento, pero en realidad nadie es obligado ni a pecar, ni a vivir en santidad…; él siempre toma su propia decisión frente a lo que se le muestra.
Para alguien sin Dios es más difícil no pecar pues vive indefenso ante las influencias malignas y que son más fuertes que él. Peca y hasta se deleita en lo malo, o lo que es lo mismo siente satisfacción en ello ya que el pecado se le muestra como algo conveniente, jamás de mal “sabor”. Igual que al principio con el fruto prohibido. Atractivo a la vista y delicioso al paladar.
Continuará…