Las “tres partes” del hombre 13° Parte
Continuación…
A usted o su carne
(influenciada por el pecado) le está marcando la pauta distrayendo su alma para
llevarle a la perdición, o el Espíritu de Dios configura su existencia en
relación con el espíritu que Dios puso en usted para asegurar su salvación.
La biblia lo describe como los dos estados del hombre: a- El estado espiritual (lo concerniente al Espíritu de Dios en nosotros) o b) El animal, (lo concerniente a la carne en la que estamos).
El pecado que mora en nuestros miembros se opone al Espíritu (claro, porque hay un pecado que reinó en nuestros cuerpos y configuró nuestro comportamiento) y este (el cuerpo habituado al pecado) querrá seguir haciendo lo que hizo siempre. Esto lleva al hombre a experimentar en sí mismo una lucha de poderes. (Romanos 7: 6, 15, 18 y 19, 21-25; Santiago 4: 1-3).
El pecado no mora en el alma ni mucho menos en el espíritu, pero su accionar en el cuerpo les afecta directamente. De allí que la Palabra nos recomiende saturar y ocupar nuestra vida en las cosas del Espíritu para que la carne se quede sin opciones cada vez más y muramos (nos desconectemos, nos separemos de ella) (Col. 3: 5-9).
Evidentemente con el espíritu inhabilitado como consecuencia del pecado en cuanto a su función de conectarnos con Dios, deja total libertad a la carne impregnada de desobediencia que tenga vía libre para influenciarnos en un gusto y deleite por todo lo que es contrario a Dios. La Palabra lo llama de varias formas: apetitos de la carne y también deseos de la carne, lo terrenal o mundano, entre otras. (Col. 2: 20-23; 1°Juan 2: 15-17; 1°Pedro 2: 11; Efesios 2: 3; Gálatas 5: 16 y 17; Rom. 13: 14; Tito 2: 12; Santiago 4: 4).
En otras palabras, el cuerpo halla un gusto en el pecado que le da placer y bienestar en él (similar al gusto que tiene nuestro paladar, el gusto y placer que encontramos en cosas que no son pecado como la comida, las experiencias sanas del amor, el descanso reparador del buen dormir, mitigar la sed, viajar, etc); solo que en ese caso es un deleite por todo cuanto se opone a los preceptos de Dios. Por ello es que nuestro corazón debe ser circuncidado eliminando espiritualmente “la piel” del pecado o dicho de otra manera cortando con él, tal como lo relata Col. 2: 11.
Continuará…