domingo, 16 de enero de 2022

Las “tres partes” del hombre 17° Parte

Las “tres partes” del hombre  17° Parte

Continuación…

¿Será que este mismo espíritu enriquecido y mejor nos será dado para la eternidad?

Aquí es donde Hebreos 12: 22 y 23, adquiere un sentido especial (“sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,”) note “espíritus hechos perfectos” o lo que es lo mismo “espíritus perfeccionados”; y más contundente 2° Corintios 4: 17 (“excelente y eterno peso de gloria”) y 1ª Corintios 15: 44: “Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.” Es decir, un sembrar en esta vida para que resucite algo mucho mejor.

Pero y por cierto algo a resaltar…; en ninguno de estos pasajes se expresa que nos convertiremos en espíritus cosa que ampliaré adelante.

Podemos notar entonces que todo cuánto contribuyamos a las cosas espirituales en esta tierra, repercutirá positivamente en nuestro espíritu para la eternidad. Eso es claro.

Entender que nuestro espíritu es la herramienta que nos dio Dios para relacionarnos con el ámbito espiritual, nos hace percibir al espíritu como el medio que nuestro subconsciente (más profundo que el consciente) usa para que tengamos experiencias espirituales y seamos totalmente conscientes de esa realidad invisible. No hay nada de extraño ni místico en ello, pues la biblia dice que el Espíritu de Dios conoce lo profundo de Dios y en el hombre sucede igual llamado también profundidad (Salmo 64: 6; 130: 1; Prov. 20: 27; 1° Cor. 2: 10 y 11).

La palabra dice que las profundidades se comunican. La biblia les llama abismos (Salmo 42: 7 "un abismo llama a otro abismo…”) y se refiere a esa comunicación que existe del Espíritu de Dios con el espíritu del hombre.

Observe ese proceso en el siguiente pasaje: Rom. 8: 16: “el Espíritu de Dios da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios”.

Continuará…