domingo, 2 de enero de 2022

Las “tres partes” del hombre 15° Parte

Las “tres partes” del hombre  15° Parte

Continuación…

Entonces hacer lo malo se transforma en su naturaleza. Este mal le genera placer, pero así mismo le produce muerte. Y como al principio, aunque le provoca deleite, le acarrea males y dolores. Muchas veces el hombre no lo percibe así o puede o no estar consciente de ello. La única posibilidad de comprender claramente su mal, está inhabilitado en él. Se encuentra desconectado de la Vida que es Dios que lo podría liberar y fortalecer frente a esas influencias.

El plan de Dios es que, aunque fuimos puestos a vivir en este cuerpo de carne pecaminoso, venzamos al pecado gracias a la obra portentosa e influencia del Espíritu Santo quien vivifica nuestro espíritu y nos da plena consciencia de Él.

Solo Cristo el Señor puede cambiar la situación del dominio de la carne en el hombre que a su vez es influenciada por el reino de las tinieblas (Santiago 3: 2-11 -el caso de la lengua-) para que el hombre pueda ser libre, y ahora con su espíritu habilitado pueda tener acceso a todo lo espiritual y poder ser habitado pero por el Espíritu de Dios. Sucederá solo si el hombre se lo permite.

Si el hombre comprende que se encuentra en peligro de muerte eterna en la vida que lleva, conserva su voluntad para decidir continuar tal como está o puede permitirle a Dios liberarle.

Si decide cambiar de camino, cuenta con un Redentor y Salvador. Puede nacer de nuevo por la obra del Espíritu de Dios.

Comenzar de nuevo, pero con una nueva vida que le nutre, -la del Padre- por medio de su Espíritu que le es concedido ahora como hijo de Dios que pasa a ser.

El espíritu que Dios pone en el hombre que le está brindando vida para su cuerpo en esta existencia, posee la cualidad de reflejar las manifestaciones que le imparte el Espíritu de Dios. Cuando la Palabra menciona el espíritu de inteligencia y sabiduría que reposaba sobre el Señor (Isaías 11: 2) y otros más, algunos de los cuales también capacitaban a otros hombres para alguna función especial (Bezaleel, Hiram), o fuerza física (Sansón), o sabiduría extraordinaria (Salomón); no significaba que Dios ponía más espíritus en ellos del que ya tenían, sino que su espíritu adquiría dichas capacidades recibidas del Espíritu de Dios (dones). No así los impíos que si son habitación de toda clase de espíritus malignos pudiendo poseer hasta legiones en ellos.

Continuará…