domingo, 3 de abril de 2022

Las “tres partes” del hombre 28° Parte

Las “tres partes” del hombre  28° Parte

Continuación…

Entonces todo esto de nuevo nos afirma que no somos, ni seremos, ni necesitaremos ser espíritus; tenemos espíritu y nos debe quedar bien claro.

Algunos oran por la salvación de su espíritu, sin embargo ni la salvación ni la condenación se relacionan con el espíritu. No puede perderse ni nunca lo hará porque cuando muramos simplemente regresará a Dios pues Dios nos lo dio, no es nuestro. Al fin y al cabo ni era nuestro ni nunca nos perteneció. Es vida que regresa a la Vida, su origen.

Pero, y aquí viene otro caso interesante en la Palabra. En toda la biblia solo hay un único pasaje que pareciera relacionar el espíritu con salvación y es 1° Cor. 5: 5 en donde se lee la siguiente expresión:“…a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor…”).

Al decirnos esto, deja abierto por lógica que el espíritu pueda no estar salvo y por consiguiente se pueda perder, pero de nuevo al contextualizarlo con toda la Palabra, hallamos la respuesta a esta aparente contradicción.

La explicación es que esta expresión “salvar” no se refiere a redención la cual fue operada por Cristo quien nos hace salvos, porque en ningún momento el pasaje ni su contexto está hablando ni de salvación ni de condenación eternas, sino de guardar o proteger un bien que en este caso es el espíritu. Cosa que de hecho tiene mucho sentido cuando Pablo habla de un depósito guardado para “aquel día” y lo importante que es -según la Palabra- que guardemos nuestra alma, espíritu y cuerpo irreprensibles (1° Tes. 5: 23). ¿Se da cuenta?

Interesante recomendación sobre todo porque el cuerpo que es carne nunca se salvará, ni entrará al cielo, sino que será consumido hasta el polvo o absorbido por la Vida en algunos casos de los creyentes que estarán vivos cuando suceda el arrebatamiento. Pero el cuerpo es templo de Dios y definitivamente Dios desea que lo cuidemos pues nos lo dio como su templo. Así mismo hemos de guardar también el alma por la que Él pagó y nos compró por precio de sangre y por último el espíritu que definitivamente le pertenecen a Él. Así que nada es nuestro por si alguno tiene duda. Como todo lo que nos ha dado, nos demanda cuidarlo y cuidarlo bien.

Continuará…