Las “tres partes” del hombre 36° Parte
Continuación...
Leemos en Génesis que Dios le dijo al hombre que moriría el día que comiera del árbol prohibido. Sin embargo, el hombre comió de él y no murió. ¿A qué muerte se refería Dios? A la de su espíritu, como ya analizamos, en algo que cortó su comunión con Dios. Sin embargo, esa muerte definiría otro alcance. La de su alma eternamente hablando. No ocurrió en ese momento puesto que el hombre comió, pero continuó viviendo. Su alma que es él, continuó en su cuerpo totalmente activa. Sin embargo, el pecado la ató a aquella condenación que decreta ineludiblemente estar separado de Dios que es la Vida, pero por siempre.
Hay una forma de muerte que experimenta el hombre en esta vida, viviendo separado de Dios que es la Vida. La Palabra insiste que estábamos muertos en delitos y pecados y Jesús hace referencia de esa realidad (Efesios 2: 1, y “dejen que los muertos entierren a sus muertos” Mateo 8: 22; Lucas 9: 60). Esta se refiere a la habilidad del espíritu que nos conecta con Dios según ya vimos. Esa es la que se “apaga” por el pecado y quedamos muertos para Dios que es una forma de estar separados de Él. No obstante, esta no está "contabilizada" bíblicamente como una de las dos muertes que podría sufrir el hombre pues el espíritu no le representa ni le pertenece.
Más hay una muerte definitiva de separación eterna de Dios la cual la Palabra denomina como la muerte segunda y esa en verdad que es seria (Apocalipsis 21: 8). ¿Por qué muerte segunda? Porque el alma (que es el hombre) experimenta la primera muerte que es la separación de la vida (el término de su paso por esta dimensión física (el mundo de los vivos) y la segunda que es la separación eterna de Dios (la Vida como tal) y se suscita luego de haber muerto aquí. Ambas significan separación de vida.
El pecado separa al hombre de su comunión con Dios inhabilitando el espíritu desde el momento mismo en que se consuma. Esto lo incapacita para relacionarse con Él según hemos estudiado. Sin embargo, el pecado no hace que el espíritu abandone al hombre, de lo contrario el hombre moriría físicamente de inmediato, ni tampoco mata al espíritu, es vida pura y nadie puede matar a la vida, solo inhabilita su función de darnos conciencia de Dios y de la eternidad. El espíritu se mantiene en el hombre ya no plenamente activo como estuvo antes que pecara.
Continuará…