domingo, 12 de junio de 2022

Las “tres partes” del hombre 38° Parte

Las “tres partes” del hombre 38° Parte

Continuación…

Jesús dijo que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Así que el que quiera pensar que luego de cerrar sus ojos en esta vida, en esta dimensión material, queda como en un letargo sin saber nada o peor aún, que deja de existir, está ignorando la Palabra para su propia confusión y perdición.  

Bueno y no abarquemos aquí la estupidez de la reencarnación es decir regresar a esta vida como otro ser vivo (incluyendo animal) u otra persona. Eso no tiene base bíblica alguna y es otra más de las mentiras del maligno para engañar a los incautos.

Si leemos de nuevo el pasaje de Apocalipsis sobre la muerte segunda, pregunto. ¿Acaso esta segunda muerte se refiere a quedar como dormido sin percibir ni sentir nada? Evidentemente no, como tampoco lo fue en ningún momento. ¿Por qué se le llama segunda? Porque reitera las dos muertes que podría experimentar el hombre como tal. La del cuerpo (separación de la vida en esta existencia) y la de su alma (separación de la Vida que es Dios, pero para siempre según vimos).

Sí, la muerte del alma es cuando ella (que es el hombre) dejará para siempre cualquier relación que le vinculara a Dios y será depositado en una especie de basurero que es el lago de fuego para tormento eterno y en total desamparo divino por siempre (el que no se halló inscrito en el libro…Apocalipsis 20: 15).

Claro, destino de aquellos que rechazaron en vida a Cristo y nunca quisieron reconciliarse con Dios por lo que nunca fueron inscritos en tal libro. Los que nunca quisieron o no creyeron que Jesús les facilitaba librarse de ese destino (ser salvos). Aquellos que jamás optaron por entablar relación con Él y permanecieron en desobediencia pasando de esta vida sin ningún cambio.

Suena muy duro, suena fuerte, suena que algo así sería imposible para un Dios de amor, pero recordemos que la Palabra dice que también Él es fuego consumidor. Además, no olvidemos que ese sitio que Dios hizo, no lo pensó para el hombre sino para el diablo y sus demonios (Mateo 25: 41). Él nunca echaría por su cuenta a ningún hombre allí, es el hombre que va hacia ese sitio por su propia mano y decisión. Irá allí por su propia necedad.

Continuará…