domingo, 23 de octubre de 2022

Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. 4° Parte

Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. 4° Parte

Continuación…

Nadie hacía ningún llamado ni tampoco una invitación insistente coaccionando a nadie (en la Palabra no se ve la tal coacción). Tampoco nadie procuraba hacer una lista de convertidos para “darles seguimiento”, sino que quienes habían creído al mensaje, se juntaban con ellos de forma inmediata y natural, muy probablemente expresándoles que habían recibido y creído lo que se les había dicho (Hechos 2: 41) o simplemente siguiéndoles, y ahora estos nuevos creyentes que se acercaban, eran bautizados haciendo confesión de sus pecados al Señor para ser limpios -cómo recomendó Pedro a la multitud que debían hacer (Hechos 2: 38) y Ananías a Saulo (Hechos 22: 16) entre tantos otros pasajes-.

Estos nuevos seguidores del camino, estaban deseosos de escuchar más, de ser enseñados y profundizar en aquel en quien habían creído, y aquellos evangelistas se quedaban a vivir con ellos en sus comunidades un buen tiempo para exponerse más de cerca. Así nacían las iglesias del Señor.

Una o más personas cuyos corazones habían sido abiertos por el Señor,  una o más familias que comenzaban a reunirse por las casas para aprender, ahora se sentían ellos mismos parte de una sola familia, la de la fe.

Pero escuche, eso no era nada extraño para dichos evangelistas, así lo había hecho el Señor y ahora de la misma forma les ocurría y funcionaba con ellos.

Esto tampoco le suena extraño a muchos que leen, porque quizá es la misma forma en que comenzaron en el camino del Señor por medio de alguien que les predicó en su caserío o barriada y comenzaron a recibir enseñanza en sus mismas casas. Al principio nadie les metió a una iglesia, eso ocurrió al tiempo.

Lo que está muy claro sobre la conversión que se observa en la Palabra, es que nadie invitó a la disque iglesia suya a nadie, porque no existían las tales iglesias de tipo local estructural. Otra cosa, nadie andaba dándose de grande entre el pueblo del Señor, porque tenía más “boletas de conversión llenas” que otros ministros que también predicaban de la misma forma.

Así todos estaban bien ubicados haciendo su trabajo y el Señor añadía a la iglesia los que habían de ser salvos (Hechos 2: 47). Note quien añade y a quienes; no a todos. Se nos olvida que el Señor es quien pesa los corazones.  Tampoco nadie se entrometía en el trabajo del Espíritu Santo que sigue siendo el único que convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio  (Juan 16: 8).

Continuará…