Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. 98° Parte
Continuación…
Pero el Señor la trascendió y la abrió para nosotros. No puede la muerte ser una tragedia para nada, tan solo es el paso a dar para continuar con Él para siempre porque “estar con Cristo es muchísimo mejor” (Filipenses 1: 23). Es el quedar dormido aquí para despertar mirando la más espléndida y hermosa presencia que es Él y fundirnos en un abrazo por fin con nuestro Hacedor. No existen palabras en esta vida para expresar lo que eso será. ¡No es fantasía, es la realidad!
Los discípulos del Señor le vieron morir en la cruz hace 2000 años, pero también le vieron resucitado tres días después y estuvo con ellos 40 días después de resucitar y antes de ascender al cielo (Hechos 1: 9).
¡Ah experiencia ha de haber sido tenerlo de frente, escucharlo y ser expuestos a aquella forma de vida gloriosa que ya no era la de este mundo!
Ante sus ojos estaba el primer ejemplar tangible de un cuerpo no
producido en esta dimensión sino de la eterna, glorioso y completamente
sobrenatural.
No era como resucitar en el cuerpo normal que luego volvería a morir como le ocurrió a Lázaro o a cualquiera de los anteriores a Cristo que hubiesen resucitado. Se trataba de otro tipo de vida y otro tipo de cuerpo eternos e indestructibles. Nos lo mostró Él como la realidad de lo que también llegaríamos a tener quienes le seguimos en algún momento luego de esta existencia.
Diga usted si alcanzar tal experiencia es trágico o por el contrario parte de lo hermosamente glorioso que podríamos experimentar. Es como vivir en situación marginal con toda clase de necesidades y pasar a vivir en una mansión teniéndolo todo (Juan 14: 2). Así como este cuerpo es nuestra morada terrenal, tendremos una celestial que no tiene ni la mínima comparación con la actual en capacidad, grandeza, gloria y poder (2° Corintios 5: 1 y 2). Estaremos en medio de una ciudad cuyo arquitecto es Dios (Hebreos 11: 10).
Continuará…