Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. Parte 146
Continuación...
Podemos leer sobre todo esto en la Escritura claramente y no perdernos en interpretaciones vanas que hacen mescolanzas sin fundamento.
Si leemos en Juan 10 (previo al último pasaje al cual hicimos referencia) exactamente en el verso 3, Jesús les dijo a aquellos judíos que el Padre y él eran uno.
Claro, cualquiera podría decir aquí que Jesús esta diciendo que él es Dios, sin embargo, no es eso lo que pretende dejar por sentado, sino lo que el pasaje aclara en lo sucedido: que se trata de que él hace las mismas obras que hace su Padre: 10: 32; y 37 al 38. Y por supuesto la situación que hemos venido hablando en el verso 36. No hay pérdida.
Que Jesús mencione el Salmo 82: 6 en que Dios llama a los hombres dioses (con minúscula), no está avalando necesariamente la existencia de otros dioses fuera de Él, ni creados por Él como dioses, no, sino la manera en que identificó a los que vino su Palabra. Es solo una manera de llamarlos, no de reconocerlos como tal. El pasaje es claro cuando dice que los llamó así y no que los hizo así.
Cantidad de pasajes que declaran la divinidad de Cristo, son sacados de contexto histórico por muchos que no saben ubicar su aplicación.
Dichas declaraciones las cuales son ciertas tal como aparecen en la Palabra, son información que nos da la misma Escritura para que sepamos sin lugar a dudas quién es Él, pero tienen su momento.
Hacerlas reales y definitivas en la persona del Cristo terrenal de hace 2000 años es un error garrafal, porque Él era todo lo Excelso y Glorioso que definen dichas declaraciones antes de venir a la Tierra, y las retomó todas ellas cuando regresó al cielo.
Continuará…