Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. Parte 148
Continuación...
Así culmina el Plan eterno de Dios no solamente revelando en este mundo a Cristo el Señor nuestro benefactor, sino también a la iglesia que es su compañera.
Siendo Dios, esto no habría sido posible porque Dios es Espíritu y espíritus y carne no pueden mezclarse entre ellos. No existe una carne espiritual ni un espíritu carnal. Lo que sí existe es una carne celestial (cuerpo glorificado) que es el que tendremos luego de nuestro paso por este mundo igual al que tiene Cristo el Señor en este momento.
Esa relación carne-espíritu no se cumple ni siquiera en nosotros porque el espíritu que Dios puso en nosotros jamás se vuelve uno con nuestro cuerpo. Ambos son diferentes. Cada uno tiene un génesis diferente y un destino aparte. Ninguno nos pertenece ni nos representa porque no somos ninguno de ellos.
El espíritu nos fue dado por Dios para dar vida a nuestro cuerpo en este mundo y para que por medio de él nos podamos relacionar con la dimensión espiritual; el cuerpo por su parte nos fue preparado para que habitásemos en él en este mundo y pudiéramos relacionarnos con todo lo material que es este mundo.
El espíritu (la vida) regresará a Dios y el cuerpo (la carne) al polvo. Por supuesto el alma (nosotros) es por lo que el Señor vino a morir y salvar.
Además recordemos lo que dice la Escritura: “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” 1° Corintios 15: 50
Ya dilucidamos los conceptos de cuerpo, espíritu y alma ampliamente en esta misma serie de estudios que dicho sea de paso igualmente han sido tan mal comprendidos por siglos.
Continuará…