sábado, 9 de agosto de 2014

“Padre espiritual” ¿otro concepto errado?


“Padre espiritual” ¿otro concepto errado?
Escrito autóctono 

“Hijitos míos….” Gálatas 4: 19, 1°Juan 2: 1; 3: 18.

Por muchos años usamos la expresión “padre espiritual” refiriéndonos a aquella persona que nos llevó a los pies del Señor.

Muchos lo usan inclusive señalando a quienes les han formado o discipulado en el caminar con Dios, pero ¿qué de cierto es que hemos de llamar “padre”  a un semejante al que Dios ha utilizado para nuestra bendición?

Jesús nos enseñó tajantemente a que no llamásemos “padre nuestro” a nadie sobre la tierra (Mateo 23: 9). Entonces, ¿qué debemos entender acá?

Recordemos que tenemos padres terrenales biológicos, es decir aquellos por cuya intervención tuvimos la vida en este mundo. Igualmente tenemos padres ancestrales, es decir aquellos de quienes provenimos o se encuentran más lejanos en nuestro árbol genealógico.

También llamamos “padres” a aquellos que aunque no comparten biológicamente una línea ancestral con nosotros, nos tomaron y criaron como suyos haciéndonos parte de su familia siendo en ese sentido adoptados con toda legalidad. 

¿Se refiere el Señor a estos? Definitivamente no. Pero entonces, ¿qué quiso decir?

Es evidente que Él está hablando en un plano espiritual, por lo que tan solo uno debe ser reconocido como Padre en ese plano y se trata de Dios.

El Señor pretende dejarlo bien en claro pues desea no solo dar a conocer la intención que Dios tiene para con aquellos que creen a quienes otorgará el poder de ser hechos sus hijos con toda legalidad sino que va más allá, es decir compartirles aún su esencia o lo que es lo mismo, su misma genética. La única forma de que se manifiesten las características de un padre en un hijo es que este sea genéticamente suyo. No hay otra forma. La única forma de que se desarrolle la vida de Dios en nosotros, es que seamos nacidos de Él, es decir poseamos su genética.

Ahora bien, otro aspecto a tomar en cuenta de llamar “padre” a alguien, es que define pertenencia. Por eso Dios no hace de algunos hombres padres espirituales de otros. La pertenencia que eso representa, es algo que Él no avala, y en eso Dios es muy serio y bastante celoso. 

Para comprenderlo, vemos por ejemplo a la Escritura mostrando al diablo como “padre” de muchos y se refiere a ellos como sus hijos, pues estos le pertenecen y cumplen un rol similar a su padre.

Jesús dijo a sus enemigos “vosotros sois de vuestro padre el diablo y los deseos de vuestro padre queréis hacer” Juan 8: 44 y “Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais” Juan 8: 39b. Sabemos que aquellos israelitas eran hijos de Abraham pues descendían de él, pertenecían a su misma línea biológica, pero no se parecían en nada a él pues Abraham era obediente a Dios y estos no.

Cuando el apóstol Pablo o Juan llamaban “hijitos” a los hermanos, es curioso que lo hacen en el sentido no de que les reconocieran como padres espirituales, como si compartiesen alguna línea biológica espiritual, sino de que su amor para con ellos era tan profundo que se parecía al amor de un padre por sus hijos. Los hermanos lo comprendieron muy bien, a ninguno de ellos le llamaron “padre”. Estaban claros quién sí lo era, Dios. Sabían que le pertenecían únicamente a Él.

La pertenencia en el sentido de la posesión de algunos para con otros es dañino, y no es nada nuevo; de hecho Pablo combatió contra ello cuando algunos llegaron hasta al punto de la contienda, queriendo considerarse como de Pablo o de Apolos y otros, pero Pablo les llama la atención pues están olvidando a quién es verdaderamente que sí se deben (1° Corintios 1: 11-13).

Veamos dos de los pasajes más usados como argumento por lo que expresan, conforme se respaldan los que insisten en eso de "padre espiritual" aplicado a hombres.

1 Timoteo 5: 1 y 2 dice: “No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza”. Si lo analizamos objetivamente, no sugiere que debamos llamar padre o madre a ningún anciano o anciana de la iglesia, sino que les demos un trato respetuoso y considerado tal como lo daríamos a un padre o una madre biológicos. Tratarlos de esa manera no implica un reconocimiento como padres espirituales, de otra manera, tendríamos no uno sino muchos; tantos, como ancianos haya en la iglesia. Más bien el versículo muestra la relación que debe imperar entre quienes son parte del pueblo de Dios, definido como una familia que se ama y respeta mutuamente.

Otro pasaje es Gálatas 4: 19, en que Pablo expresa: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto…” Concluir aquí que se trata de un paternalismo “espiritual” es torcer la Palabra. Pablo como hombre nunca experimentaría lo que es parir, eso es asunto de la mujer. De nuevo es un ejemplo que quiere dar a entender el nivel de dolor que él sí ha experimentado por los hermanos, y siempre tuvo que ver con la forma en que les amaba.

En vista de todo esto, si a usted le pasa como nos ocurrió a nosotros en tiempos pasados, de llamar padre espiritual a un hombre, sin duda malentendimos la Palabra dando reconociendo inmerecido a alguien a quien no se debía honrar de tal forma. 

Quien le enseña, le comparte un don que Dios le concedió para beneficiarle a usted y a sus hermanos; solo eso. Quien le trajo a los pies del Señor, cuando mucho llega al grado de partero pues quien le dio la vida a usted no fue él, sino el Señor. Usted y yo fuimos nacidos del Espíritu, por eso nuestro Padre espiritual -si le quiere llamar así- nos es nadie más que Dios. Y hasta hoy, no conozco a nadie que le llame “padre o madre” al partero o partera que le ayudase a venir a este mundo.