viernes, 26 de septiembre de 2014

Analogía sobre la iglesia en Juan Cap.11: 1-44




Analogía sobre la iglesia en Juan capítulo 11: 1-44

1era. parte de dos

Escrito autóctono





Leyendo la historia de la muerte y resurrección de Lázaro, vino a mi corazón una interesante semejanza sobre la iglesia.

Recordemos que el Señor Jesús mantenía una comunión estrecha con sus amigos Lázaro, María y Marta. Platicaba con ellos, les enseñaba en la intimidad de su casa, comía con ellos y además cada vez que estaba en su región (Betania), se quedaba en su casa.

Ejemplo mismo de la relación que tendría con sus seguidores más cercanos y por supuesto su iglesia futura.

Pero en una ocasión en que el Señor se encontraba lejos, Lázaro enfermó gravemente y falleció. Su amado amigo, había partido y el Señor no había estado allí para evitarlo.

Al saberlo y regresar, miró el dolor de sus hermanas y de la gente, entonces narra la Palabra que Jesús también lloró. Más Dios tenía su plan.

Humanamente hablando nada se podía hacer, el cuerpo llevaba cuatro días de muerto, estaba en el sepulcro en avanzado estado de descomposición, imposible para los hombres cualquier esperanza, desechado de los seres vivos. Pero Dios tenía un propósito.

Ver a muchos creyentes hoy honestamente, no brinda esperanza. Pienso en este momento que hasta la creación se duele de verles sin reacción alguna. Son parte de una iglesia cristiana ya hasta por tradición; creyendo estar vivos no se dan cuenta que son muertos practicando una religión. Pero Dios cumple su plan.

Jesús que es la resurrección y la vida, manda a quitar la piedra. No la quita él como parte del milagro que estaba a punto de suceder; mover la gran roca circular no era el objetivo del propósito divino, solo lo obstaculizaba momentáneamente. Los hombres, quizá los mismos que la hacían rodar para sellar la entrada a la tumba eran quienes debían moverla de en medio. Finalmente la piedra no la había puesto el Señor allí.

Qué honroso verse útil en algo que podemos hacer los hombres dentro del propósito maravilloso de Dios; pero ojo, en ese plan no debemos “atravesarnos” a hacer más que lo que nos enseña la historia:
Primero, escuchar la voz del Señor.
Segundo, obedecer su mandato.
Tercero, quitar de en medio todo lo que nosotros hemos puesto.
...y algo fundamental:
Cuarto, quitarnos también nosotros de en medio.

Entonces, su Plan efectivo continúa.

Continuará…