sábado, 11 de octubre de 2014

Meditaciones sobre adoración (1° Parte de 2)



Meditaciones sobre adoración
(1° parte de 2)
Escrito autóctono

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.  Juan 4: 23 y 24

Me es necesario compartir algo sobre adoración, sobre todo por tanto que se ha dicho y hasta aprendimos por mucho tiempo. Me parece oportuno hacer un aporte sobre el sitio de la música en la adoración.

Lo hago porque además soy músico y comprenderán que llegó a ser imprescindible e infaltable en mi adoración; más no pretendo presentar una nueva perspectiva de la adoración ni tampoco quiero generalizar. Creo, por lo que hablo con las personas, que existe ignorancia sobre lo que es realmente la adoración y cómo expresarla. Siendo tan vital, ha venido a ser una práctica ordinaria, rutinaria y hasta mecánica para muchos.

Pregunto, ¿podría adorar sin música o sin canto?; ¿Podríamos reunirnos a adorar eximiendo totalmente ambos elementos y desarrollarnos en otras formas de adorar?

Parecen obvias las preguntas, pero muchos de los seminarios de adoración y alabanza que conocí eran un compendio de un 80% de músicos y cantores de toda clase y un 20% de líderes que buscaban con toda sinceridad adorar de mejor manera y aprender más eficazmente a dirigir al pueblo en adoración. Aquello de ser “salmista” debía ser tomado tan en serio que desató hasta una nueva forma de llamarles a quienes se desenvolvían como "ministros de la música". Claro hoy comprendemos por la Palabra que serlo no está ligado con música necesariamente y cualquiera puede ser salmista, pero en esa época, no se estaba tan ubicado si no se conocía el secreto davídico para hacer huir al enemigo con las notas de nuestro instrumento y tocar las fibras más elementales de un pueblo sediento de Dios con las letras inspiradas de nuestras canciones. De hecho, llegar a tocar el corazón de Dios.

Generalmente los seminarios de alabanza y adoración en nuestro país en aquel tiempo, cerraban con una poderosa noche de exposición musical para honrar a Dios en conjunto con los asistentes. Conciertos multitudinarios con un gran despliegue técnico-artístico que nada tenían que envidiarle a los mejores montajes que vemos por televisión.

Lo menciono no como una crítica; es cierto que la música posee el poder por sí misma de mover nuestros sentimientos más profundos y alterar nuestros estados de ánimo. Por el lado cristiano, crea rápidamente un ambiente propicio para disponernos a adorar que, junto a las letras de las canciones; nos inducen a rendirnos y postrarnos ante el Señor. Definitivamente logran su cometido en cuanto a nuestras emociones se refiere y cumplen en disponernos a Dios. Persiguen la mejor de las intenciones, sin duda.

Pero -y aquí está mi planteamiento- ¿debe ser esta la única forma y medio para adorar y quedar satisfechos como adoradores?, ¿Acaso una generación de adoradores de verdad está conformada por una mayoría de músicos y/o al menos cantores?  No digo “al menos cantores” en el sentido de que serlo es ser menos sino de que todos podemos cantar más o menos sin necesariamente ser músicos. Mírelo en los cumpleaños.

Entonces vuelvo a la pregunta que hice hace algunos momentos: ¿Podría adorar plenamente sin que utilice una sola nota de música y ni siquiera un canto?

He aquí un dilema importante, porque muchos al no tener la posibilidad de expresarse con un instrumento musical recurren a métodos electrónicos (un cd, ipod o cualquier tipo de grabación moderna) para sus tiempos de adoración (¿¿¿???). En toda mi vida, nunca participé en ningún culto tradicional en que se alabara o adorara sin notas musicales o sin cantos. Y si hablamos inclusive de reuniones informales, parece que no cabía tampoco esa posibilidad.  Reitero, no porque esto esté mal, de hecho la Palabra de Dios nos insta a hablar y cantar con gracia en nuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales, Colosenses. 3: 16 y Efesios 5: 19.  Sin embargo la alabanza, que es diferente a la adoración, es igualmente amplia de manera que hasta en eso nos hemos quedado cortos. Note que la Escritura resalta que la creación alaba a Dios. Interesante, pues no he visto a una hormiga ni a un árbol con una guitarra sin embargo esos seres alaban a Dios a su manera.  Tampoco la alabanza es exclusiva para la Divinidad ni contiene necesariamente la música como parte imprescindible de su expresión. Pero de ella ampliaremos en otra oportunidad.

En cuanto a adoración, otro dilema que le acompaña y mencioné hace unos instantes: ¿Tiempos de adoración?

Se dijo muy atinadamente que la adoración no es un género o estilo de música sino una forma de vida. Esto es real.  La adoración se reconoce como una entrega profunda a quien es Señor de la vida. Es decir, un reconocimiento genuino de quién es y a quién llamas Dios sobre ti y lo expresas en tu forma de vivir diariamente y a toda hora. La adoración tiene cómo objetivo final dejar clara e integralmente definido en tu vida a quién reconoces como Dios y todo lo que eso implica en sometimiento, obediencia, dominio, señorío, humillación, entrega, rendición, dedicación, devoción, etc. La adoración  se encausa a la Divinidad que estás reconociendo como tal. Siempre es eso. Por eso una de las tentaciones de Satanás para Jesús tuvo que ver con su adoración. Rescatar la humanidad (su propósito) -hacerlo de manera simple sin que mediara el sacrificio- a cambio de redirigir su enfoque de a quién sometía su voluntad total (adoración). La respuesta contundente del Señor lo afirma: “Al Señor tu Dios adorarás…” Satanás no le pidió al Señor que le cantara una canción o (ridículamente hablando) que le tocara un instrumento musical. Eso nada tenía que ver. Le pidió postración (humillación) y reconocimiento (sometimiento). Aunque no se le nombra, va implícita la obediencia es decir, hacer algo que otro te manda.

Una de las características del ser Dios es que admite adoración. La evidencia inequívoca de que alguien reconoce una deidad sobre su vida, es que lo adora y se ve en sus hechos o en lo que toma su atención e interés.

Cuando Juan se postró en adoración en la Isla de Patmos ante el ángel mensajero (Ap. 22: 8-9) éste le dijo claramente: Mira no lo hagas, porque yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos…, adora a Dios.

Cualquiera que diga tener un “dios” lo adora a su manera. Y aunque muchos ni siquiera lo tengan formalmente como tal, sin saberlo expresan adoración a alguien o algo en sus vidas. El ateo por ejemplo, dice no creer en Dios, pero si tiene muchos dioses y también es adorador de ellos. Primeramente adorador de sí mismo, también de sus doctrinas, de todo cuanto pudiese producirle satisfacción o placer. (Esos son sus dioses, a ellos se dedica, por ellos muere)

En Hechos 14: 8-15 se narra que cuando por mano de Pablo se hizo un milagro, el pueblo de Listra proclamó: “Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros” e iban a adorarlos y rendirles sacrificios. Más Pablo les hacía ver su error y no admitía ser adorado. Esto porque la adoración es de exclusividad para la Divinidad o finalmente a quien se proclama y reconoce como tal en la vida. Sabemos que todo hombre que admita o imponga adoración de otros para sí, se está constituyendo o proclamando “dios”. Esto es una aberración. Lo recordamos ejemplarizado en los césares romanos.

Satanás muere porque le reconozcan como Dios. Siempre quiso ser igual a Dios y por ende recibir adoración. Otra vez, ese reconocimiento exclusivo a la Divinidad se expresa y se identifica con la adoración. No sucede igual con la alabanza.

Ahora, ¿hay adoración solo cuando se expresa de cierta manera o se está en cierta posición física o en ambiente alguno?

La respuesta a esa pregunta es un contundente no. Se es adorador no por serlo en algunos momentos de tu día y aunque no estés adorando de alguna manera específica o aprendida tradicionalmente. Es como una identidad. Duermas, camines, desayunes, ores, hagas deporte, converses, estudies, viajes, veas televisión, etc; eres adorador. No dejas de serlo ni siquiera por actividad alguna que estés desarrollando.

Claro que existen tiempos para intimar los cuales no deben faltar en nuestra vida diaria en donde quizá nos arrodillamos, nos postramos, nos sentamos o sencillamente nos quedamos en quietud en un sitio aparte y cerramos nuestros ojos para evitar cualquier interrupción, pero eso no quiere decir que son los únicos tiempos para expresarse como adorador.

Entonces ¿Cómo ser adorador en todo ese tiempo en que no estoy en intimidad?

De nuevo, define quién es Dios sobre tu vida aún para las más pequeñas o grandes decisiones de tu diario vivir. ¿Cuál es tu percepción de Él y cómo reaccionas a todas las cosas de ese diario vivir frente a esa percepción? Te sonará chistoso lo que te voy a decir, pero no necesitas llevar una guitarra a la Compañía eléctrica para que no te corten el servicio. Ni un instrumento ni la música tienen cabida en un trámite de esos. Pero esa situación no hace que dejes de ser adorador si lo eres. 

Continuará…