El uso de la autoridad (6° parte)
Escrito autóctono
Continuación…
El mal concepto de autoridad (que
vino más bien de lo que los romanos hacían como lo normal hace 2000 años), legó
lamentablemente a la práctica sana de la iglesia que se desarrollaba orgánica y
funcionalmente en sus primeros 3 siglos de existencia, esa mala aplicación de
la autoridad.
A partir de entonces (hace 1700
años) aceptamos aquel estilo y forma mundanal y “lo santificamos”. Hoy se
continúa practicando como sagrado y lo enseñamos como la verdad.
Aquello dio al traste (al menos
en la iglesia) de cómo debían seguir siendo las cosas pues cambiamos la
práctica bíblica por los lineamientos humanos. Esa mezcla insana corrompió la
autoridad, por lo que decimos que el resultado fue una forma de iglesia
edificada por los hombres y no por Dios.
Pero Dios conservó y ha
conservado a su pueblo a través de los siglos y ha continuado hablando con los
suyos por las edades. Hoy lo sigue haciendo. La Palabra de Dios nos dice que no
nos adaptemos o conformemos a este siglo, sino que nos transformemos por medio
de la renovación de nuestro entendimiento… (Rom.
12: 2). Esto es así porque las cosas de Dios no tienen ni deben tener ninguna
referencia con lo del mundo. (Juan 14:
30; 2° Corintios 6: 14 y 15).
Debemos entonces no solo volver a
practicar el concepto bíblico de la autoridad sino también enseñarlo de la
manera correcta.
Me tocó en alguna oportunidad ser
invitado a hablar de esto en el Congreso (la Asamblea Legislativa de mi país) en
medio de un grupo de diputados de diferentes coalisiones que querían conocer el
concepto de la Palabra respecto a la autoridad gubernamental, y muchos de ellos
se maravillaban de estas cosas pero a otros no les parecía o no podían creer
que las cosas fuesen así.
En fin, terrenalmente hablando, toda
vez que los hombres usen la autoridad para hacer su parecer, están incurriendo
en una falta grave y deberán responder por ello a Dios (Juan 19: 10 y 11; Romanos 13: 4). A nivel de los gobiernos humanos,
el servicio a los demás ha de estar intrínseco sin lugar a dudas, y de acuerdo
a la Palabra, la autoridad debe ser representada para establecer la justicia y
el orden usando la fuerza si es necesario (Romanos
13: 1-7), más siendo muy cuidadosa de no entrar en abusos en lo cual ya no
opera la justicia.
En la iglesia, toda vez que cualquiera
use la autoridad para objetivos e ideas fuera del interés divino -aunque crea
que sirve a Dios-, incurrirá en pecado; tendrá que responder por ello a Él (Juan 16: 2 y 3). Allí la autoridad debe
ser representada para servir y edificar.
Existe una enorme responsabilidad
en la iglesia del Señor tanto de quien la represente, como de aquellos que la
reconozcan y sepan discernir por el Espíritu cuándo la autoridad del Señor está
presente y cuándo no. La autoridad fue retirable en tiempos de Cristo sobre la
tierra (lea Lucas 9: 1 y 2; continúe
con el 9: 6 y note lo que ocurre en
el 9:
40); más con la venida del Espíritu en Pentecostés, ahora Él era la
autoridad en ellos por lo que su durabilidad en los hombres se mantenía pues venía
a morar en ellos. La autoridad no sería de exclusividad de unos pocos sino el
proceso por el cual el Señor hacía funcionales a todos en su Casa.
De hecho los dones del Espíritu
llamados pastor, apóstol, maestro, evangelista, profeta no son más que eso,
dones. Son constituidos por Él en su Casa (Ef.
4: 11) como una función (verso 12),
nunca como un puesto oficial; por lo tanto, la autoridad que reciben para
funcionar les capacita para servir y edificar y jamás señorear ni mucho menos
controlar. 1ª Pedro 5: 3.
Comprendemos entonces que ver a
estos hermanos como dones tal y como lo hace Pablo en 1ª Cor. 12 : 28 - 30, nos aclara verdaderamente que nada ni nadie
se sale de lo ya establecido por Dios de que Cristo es Señor único y cabeza
única en su Casa. Eso de “cabezas” en la
iglesia no aplica bajo ningún concepto, ni siquiera con la excusa de -“claro
que entendemos, lo que pasa es que es un decir”-. Tampoco hay nadie con cargo o
cargos de oficialidad, sólo hay uno que está a cargo y con el mando, se llama
Cristo.
Simple.
Y ya que Él tiene el mando,
control, dominio, señorío y potestad absolutos y único, entonces las cosas en
su Casa no son un desorden ni hay allí ni existirá nunca anarquía porque hay
quien manda. Ese es Cristo.
Usted podría preguntar a estas
alturas: “¿Dónde está esa iglesia?; ¡Algo así es una maravilla! ¿Acaso existe
hoy en pleno siglo XXI?”
Le diré que sí, siempre ha
existido. Si verdaderamente la anhela,…ruegue a Dios con todo su corazón que se
la revele.
Continuará…