sábado, 3 de enero de 2015

El uso de la autoridad (4° parte B)



El uso de la autoridad (4° parte B)
Escrito autóctono

 Continuación…


La sumisión ó sometimiento implica un reconocimiento consecuente y sano de la autoridad (sin ninguna presión), totalmente voluntario, cuya base fundamental ya sea en la familia o en la iglesia es el amor. Quien opera en sumisión obedece por amor al Señor; reconociendo la autoridad de Él que está siendo ejercida en determinado momento por alguien y no necesariamente a ese alguien aunque muy seguramente y de hecho se le ame. Por eso no hay lugar para el miedo, ni existe peligro para la existencia ni inseguridad de ningún tipo.  La Palabra recalca que en el amor no hay temor. No compete a esta práctica ninguna imposición.

En otras palabras y volviendo al ejemplo del perro, es cuando este no necesita estar atado aunque sea bravo. Escucha la voz de su amo y le obedece. Cuando sale con él, va a su lado, no toma una actitud violenta, no necesita estar atado, está sometido. El reconoce que en asuntos de orden, su amo es mayor y es a quien debe escuchar y obedecer. El hijo del amo no es su dueño ni su amo, pero lo respeta por causa del amo.

Este comportamiento, que permite ver a la sumisión en todo su esplendor como respuesta natural a la autoridad y en donde ninguna persona está por encima de nadie, ni nadie está debajo de otro, es la imagen reinante en todo el Nuevo Testamento dentro de la vida de la iglesia. En la familia interesantemente tampoco pretende poner al hombre por encima de la mujer ni viceversa; no hace sentir a ninguno de los cónyuges menos que el otro, ni hace sentir a los padres más que los hijos; tampoco a los hijos menos que los padres. Todo debe realizarse en consideración mutua, haciendo del mandamiento del Señor una realidad patente. En cuanto a la relación laboral, debe operar dentro de los linderos del respeto, teniendo siempre la conciencia de que el Señor es la fuente de la autoridad que se ejerce en ese sitio.

Cualquiera podría decir que esto es una fantasía imposible de realizarse, mucho menos en países y culturas como las nuestras tan tendientes a una forma machista y hasta esclavista, sin embargo, más que una recomendación es el mandamiento del Señor en su Palabra la cual todos deberíamos de estar dispuestos a obedecer y a implementar en nuestras vidas para que las cosas caminen de mejor manera. La Palabra también nos define que debemos ver a los demás como mayores a nosotros. Esta es la única forma de que el sometimiento mutuo sea efectivo (Filipenses 2: 3 y 4).

Escuché a alguien alguna vez explicando en el contexto bíblico el término sujeción (sujetar), como asirse o tomarse de algo o alguien. Me llamó la atención pues nunca lo había escuchado así. Tiene sentido, pues efectivamente si usted está a punto de caer en un precipicio, lo más seguro es que busque algo de lo que agarrarse (asirse) o sujetarse para no caer. Pero lamentablemente en nuestro idioma español que es muy rico, las diferentes aplicaciones que pueda tener un mismo término nos puede llevar a una mala interpretación de un principio de la Palabra de Dios.

Por ello no nos podemos quedar con una sola forma de interpretar un término, sino que debemos compaginarlo con cada una de las partes en que aparece y corroborar que se sostenga, de lo contrario debemos desechar dicho significado.

Por ejemplo: Cuando el Señor le dijo a sus discípulos que no se maravillasen de que los demonios se les sujetaran (Lucas 10: 17-20), no les estaba diciendo que se alegraran de que esos espíritus malignos se les aferraran. ¡Imagine qué cuadro! Eso sería absurdo, pues comprendemos que el sentido más bien es que los demonios les obedecían. Los discípulos no tenían por sí mismos posibilidades de mandar a los demonios a salir de un cuerpo y que estos obedecieran. Ellos habían recibido la autoridad que Cristo les había extendido para poderlo hacer.

Comprender sujetar como agarrar, nos lleva a un error nefasto de tan solo pensar que una esposa debe asirse (agarrarse) de su esposo apegándose a él sin importar lo que este quiera hacer con ella, pues no debe ella estar condenada a padecer situaciones anómalas o malos ejemplos, humillaciones ni mucho menos maltratos (1° Cor. 7: 12-15), ni avala el Señor como bueno que cualquier ser humano siga o se aferre a otro por el mal concepto de autoridad pues ambos tendrán el mismo pésimo fin. (Mateo 15: 14).

Entonces la aplicación de sujeción (sujetar) en el sentido de tomarse (asirse, aferrarse, agarrarse) de algo es incorrecta si se quiere saber a ciencia cierta lo que quiere enseñarnos la Palabra.

Interesantemente en el reino de las tinieblas sí saben reconocer cómo funciona la autoridad. Allí saben con toda certeza quién la posee de forma suprema y única (Dios y Cristo) y quién la representa (cualquier persona a quien el Señor la extienda) Hechos 19: 11-16. Por eso los demonios obedecen. Esto ocurre porque Satanás mismo está bajo el dominio de Dios. (Mateo 4: 10 y 11;  8: 28-32)

Continuará…