El uso de la autoridad (4° parte B)
Escrito autóctono
Continuación…
La sumisión ó sometimiento implica un
reconocimiento consecuente y sano de la autoridad (sin ninguna presión),
totalmente voluntario, cuya base fundamental ya sea en la familia o en la
iglesia es el amor. Quien opera en sumisión obedece por amor al Señor;
reconociendo la autoridad de Él que está siendo ejercida en determinado momento
por alguien y no necesariamente a ese alguien aunque muy seguramente y de hecho
se le ame. Por eso no hay lugar para el miedo, ni existe peligro para la existencia
ni inseguridad de ningún tipo. La
Palabra recalca que en el amor no hay temor. No compete a esta práctica ninguna
imposición.
En otras palabras y volviendo al ejemplo del
perro, es cuando este no necesita estar atado aunque sea bravo. Escucha la voz
de su amo y le obedece. Cuando sale con él, va a su lado, no toma una actitud
violenta, no necesita estar atado, está sometido. El reconoce que en asuntos de
orden, su amo es mayor y es a quien debe escuchar y obedecer. El hijo del amo no es su dueño ni su amo,
pero lo respeta por causa del amo.
Este comportamiento, que permite ver a la
sumisión en todo su esplendor como respuesta natural a la autoridad y en donde
ninguna persona está por encima de nadie, ni nadie está debajo de otro, es la
imagen reinante en todo el Nuevo Testamento dentro de la vida de la iglesia. En
la familia interesantemente tampoco pretende poner al hombre por encima de la
mujer ni viceversa; no hace sentir a ninguno de los cónyuges menos que el otro,
ni hace sentir a los padres más que los hijos; tampoco a los hijos menos que
los padres. Todo debe realizarse en consideración mutua, haciendo del
mandamiento del Señor una realidad patente. En cuanto a la relación laboral, debe operar
dentro de los linderos del respeto, teniendo siempre la conciencia de que el Señor es la
fuente de la autoridad que se ejerce en ese sitio.
Cualquiera podría decir que esto es una
fantasía imposible de realizarse, mucho menos en países y culturas como las
nuestras tan tendientes a una forma machista y hasta esclavista, sin embargo,
más que una recomendación es el mandamiento del Señor en su Palabra la cual
todos deberíamos de estar dispuestos a obedecer y a implementar en nuestras
vidas para que las cosas caminen de mejor manera. La Palabra también
nos define que debemos ver a los demás como mayores a nosotros. Esta es la única
forma de que el sometimiento mutuo sea efectivo (Filipenses 2: 3 y 4).
Escuché a alguien alguna vez explicando en el
contexto bíblico el término sujeción (sujetar), como asirse o tomarse de algo o
alguien. Me llamó la atención pues nunca lo había escuchado así. Tiene sentido,
pues efectivamente si usted está a punto de caer en un precipicio, lo más
seguro es que busque algo de lo que agarrarse (asirse) o sujetarse para no
caer. Pero lamentablemente en nuestro idioma español que es muy rico, las
diferentes aplicaciones que pueda tener un mismo término nos puede llevar a una
mala interpretación de un principio de la Palabra de Dios.
Por ello no nos podemos quedar con una sola
forma de interpretar un término, sino que debemos compaginarlo con cada una de
las partes en que aparece y corroborar que se sostenga, de lo contrario debemos
desechar dicho significado.
Por ejemplo: Cuando el Señor le dijo a sus
discípulos que no se maravillasen de que los demonios se les sujetaran (Lucas 10: 17-20), no les estaba diciendo
que se alegraran de que esos espíritus malignos se les aferraran. ¡Imagine qué
cuadro! Eso sería absurdo, pues comprendemos que el sentido más bien es que los
demonios les obedecían. Los discípulos no tenían por sí mismos posibilidades de
mandar a los demonios a salir de un cuerpo y que estos obedecieran. Ellos
habían recibido la autoridad que Cristo les había extendido para poderlo hacer.
Comprender sujetar como agarrar, nos lleva a un
error nefasto de tan solo pensar que una esposa debe asirse (agarrarse) de su
esposo apegándose a él sin importar lo que este quiera hacer con ella, pues no
debe ella estar condenada a padecer situaciones anómalas o malos ejemplos,
humillaciones ni mucho menos maltratos (1°
Cor. 7: 12-15), ni avala el Señor como bueno que cualquier ser humano siga
o se aferre a otro por el mal concepto de autoridad pues ambos tendrán el mismo
pésimo fin. (Mateo 15: 14).
Entonces la aplicación de sujeción (sujetar) en
el sentido de tomarse (asirse, aferrarse, agarrarse) de algo es incorrecta si
se quiere saber a ciencia cierta lo que quiere enseñarnos la Palabra.
Interesantemente en el reino de las tinieblas
sí saben reconocer cómo funciona la autoridad. Allí saben con toda certeza quién la posee de forma
suprema y única (Dios y Cristo) y quién la representa (cualquier persona a quien el
Señor la extienda) Hechos 19: 11-16.
Por eso los demonios obedecen. Esto ocurre porque Satanás mismo está bajo el dominio
de Dios. (Mateo 4: 10 y 11; 8: 28-32)
Continuará…