Versículos…
¿controversiales? 12° parte
Escrito autóctono
Continuación…
“La iglesia está organizada como una empresa. Note que
hay administradores en ella. 1° Cor. 4: 2; 12: 28”.
1°
Cor. 4: 2 “Ahora bien,
se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.”
1°
Cor. 12: 28 “Y a unos
puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero
maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los
que administran, los que tienen don de lenguas.”
¿Por
qué digo con tanta convicción que la administración que se menciona en los
pasajes bíblicos no está en ninguna manera ligada al concepto “empresa” como lo
conocemos hoy?
Sencillamente
porque lo que llamamos empresa como tal en nuestra época, es una figura y
producto del sistema de negocios modernos, total y ajenos a la Palabra de Dios.
No hay “empresas” conceptuadas del siglo 20 o 21 en la Biblia cuyo último libro
se escribió hace 2000 años.
Quien
escribe ambos pasajes es Pablo, fabricante de tiendas, pero eso no lo convierte
en un empresario a la manera de la perspectiva actual. Lo que hacía era más un trabajo para
subsistir, tipo artesano y mercader a pequeña escala, no como dueño de una “compañía” interesado en comercializar un
producto para fomentar un capital. De hecho él mismo menciona en sus escritos
que lo que obtenía por esa actividad, lo invertía básicamente en las
necesidades personales y de quienes le acompañaban. Ese era todo su interés. Ni
siquiera amasaba un capital. Tampoco vemos a Pablo en ningún momento valiéndose
de su experiencia manufacturera y las formas de administrar su “negocio” para
reproducirlas y aplicarlas a las funciones que realizaban los hermanos en la
congregación.
La administración en la casa de Dios que nos mencionan estos pasajes, no tiene
en lo absoluto nada que ver con mercadotecnia, estrategias bursátiles, ni cosa
que se le parezca. El administrar, aclara 1°
Cor. 4: 1; se refiere a los misterios de Dios. No se habla jamás de un puesto de operación dentro de un organigrama eclesiástico
sino de un don impartido por el Espíritu, como lo vemos claramente en el capítulo 12 versículos 1 y 28 de la
misma carta; todo en el contexto de
temas espirituales, nada material. Es decir, nadie se sentía como si estuviese
en algún tipo de negocio al ser parte de la iglesia; nadie se tomaba la
iglesia para hacer negocios personales o particulares en forma alguna, ni jamás
hizo las veces de una entidad empresarial, la que en definitiva sí requiere ese tipo de tratamiento
organizacional.
Tito 1: 7 y 1° Pedro 4: 10 ahondan y
terminan de clarificar las características de esta clase de administración; se
administra un don que se ha recibido, no es propio. Como administradores de
Dios, sabemos de nuevo que quien posee el mando es Cristo, Él es el Jefe de su
casa, pero ha asignado por el Espíritu Santo a los creyentes el atender los
diferentes asuntos, principal y mayormente los de índole espiritual. Nadie los consideraba
propios ni realiza su función a criterio personal puesto que ya estaba
establecido el criterio y “las reglas del juego” por parte del Señor de la
casa. Todos funcionaban de acuerdo a esas reglas.
“La imposición de cosas en la iglesia de unos hermanos sobre
otros es bíblica: Hch. 15: 28”
Hch.
15: 28: “Porque ha
parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga
más que estas cosas necesarias:”
¿Qué
asunto se está tratando en el pasaje? La disyuntiva de judaizar o no a los
gentiles para establecer qué debían observar conforme a la nueva fe.
¿Por
qué era tratado en Jerusalén? Porque allí había sido el lugar en que comenzó
todo el nuevo movimiento del Camino y se encontraban aquellos que habían estado
más cerca de Jesús. Además Jerusalén era el centro más importante de esta nueva
fe.
¿Se
convirtió este en un concilio administrativo que dictaba órdenes a las
iglesias? No, su realización fue única y exclusivamente para el fin que trataba
y no se dio ninguna otra de nuevo o al menos no se registra en la Palabra.
¿Por
qué se dio en condiciones de imposición la decisión tomada? Por la necesidad y
urgencia del momento, el Espíritu Santo la respaldó y fue recibida con gozo.
¿Este
tipo de imposición sobre los hermanos es sana? En lo concerniente a la buena
doctrina, a los mandamientos de Dios y su voluntad, es necesario ser firmes y
establecerlos con toda vehemencia. Así lo hizo Cristo, los apóstoles y se ve
claramente en la vida de los colaboradores apostólicos y dirigentes de la
iglesia en todas las regiones. (Tito 2: 1
y 15; 3: 8). Esta firmeza se hace necesaria para derribar todo cuanto se
levanta contra el conocimiento y gracia del Señor 2° Cor. 10: 5 y 6. Las puertas del Hades no prevalecerán frente a
la iglesia del Señor. La razón por la que el Espíritu Santo “firma” avalando
las disposiciones, es porque representan el corazón y voluntad de Dios. Esto
no solo debe darse a conocer, sino que hay que establecerlo. No eran
sugerencias, eran órdenes. El Concilio de Jerusalén no determina judaizar a
nadie, solo tomar en cuenta ciertos comportamientos que sí debían quedar claramente
definidos.
Muy
contrario a lo que vemos hoy en cuanto a las disposiciones de muchos hombres
que toman decisiones e implementan cosas en la iglesia que la Palabra nunca ha
mandado y obligan a los miembros de la congregación a acatarlas. Los deseos y
proyectos de los hombres, sus revelaciones particulares, todo cuanto se salga del
propósito divino, puede sencillamente desecharse sin ningún problema no importa
el “líder” o “investidura” que esté dictándolas o lo bueno que parezcan.
Es
interesante notar el consenso general que había en ese concilio. Allí estaban
los apóstoles, los ancianos y también se nombra a la iglesia en general. Esto
nos dice cómo se deciden las cosas en la casa de Dios. Pero aunque estuvieran
todos, si faltase el Espíritu Santo, de nada sirven las disposiciones. Más
claro no puede hablarnos la Palabra.
Continuará…