Versículos…
¿controversiales? 14° parte
Escrito autóctono
Continuación…
Y
decir “nada”, significa el principio verdaderamente para que sucediera algo nuevo de
Dios.
Aplicar
textualmente el Antiguo Testamento y sus formas de gobierno o religión para con
la iglesia, no tiene ni razón ni fundamento bíblico. ¿Por qué nos costará tanto comprenderlo?
¿Qué
hicieron los creyentes del primer siglo?
Exactamente
ni lo que conocían del mundo y la religión tradicional que habían practicado como
judíos por siglos, ni tampoco lo contrario. De hecho nació en su seno algo
totalmente nuevo. Algo que nunca en toda la historia de la humanidad había
visto nadie y ni tan siquiera imaginado. El concilio de Jerusalén narrado en
Hechos 15 lo describe. La esencia de la ley (amar a Dios con todas las fuerzas,
mente y corazón y al prójimo como así mismo) que significaba su cumplimiento,
fue una realidad en su obrar como resultado de la operación del Espíritu Santo
en ellos. Esto ya era nuevo. Hacer tesoros en el cielo dándose por los hermanos
necesitados, fue su constante ejemplo de vida. Esto también lo era.
Su
mayor modelo no lo fue Moisés, Abraham, Jacob, Daniel, David, etc, sino Cristo.
El liderazgo de Cristo cuya grandeza era el servicio fue su parámetro. No vemos
a ninguno de los apóstoles, profetas, pastores/ancianos, obispos, presbíteros,
diáconos, etc, comparándose ni haciéndose comparar con los líderes antiguos en
ninguna forma. Si iban a buscar parecerse o imitar a alguien, era al que les
brindara la máxima referencia de todos y por sobre todo quien les estaba
mostrando algo totalmente nuevo y ese era Cristo.
Comprendieron
sin ningún problema que el liderazgo antiguo sea gobernante o religioso, no
señalaba a ningún dirigente de entre ellos ni en su época ni después, señalaba al
señorío y sumo sacerdocio de Cristo. Porque todo era sombra de Él.
Nadie
hoy debería adjudicarse el estilo de liderazgo o llamamiento de Moisés, Aarón,
David, Elías, Sansón, Gedeón, Abraham, Daniel, etc; pues todos ellos señalan,
testificaban y tipificaban a Cristo. Todo lo que representó y era
característico en cada uno de ellos y sus liderazgos, tienen su cumplimiento en
Él. A partir de Cristo y su enseñanza debe y tiene que ser nuestra forma de
proceder y hacer en el reino (“oístes que
fue dicho... más yo os digo...”). La única forma de enlazar a los grandes
hombres de la antigüedad con la iglesia, es como nos lo muestra Hebreos que los
hermanos lo hicieron: por su fe. Así de simple.
¡¡¡¿Simple?!!!
Su
ejemplo de vida y primordialmente su fe, es la manera en que tanto Cristo como
sus seguidores les mencionan. (Heb. 11;
Santiago 5: 17-18).
Interesantemente
el escritor de Hebreos que lo tiene muy claro, lo explica a sus coterráneos. Leemos
desde el mismo inicio de la carta y durante toda ella la preeminencia que tiene
Cristo por sobre todo lo que los israelitas tenían como lo más sagrado.
¿Qué
hacemos entonces nosotros los gentiles imitando a los grandes hombres de Dios que
de por sí no es nada simple y escarbando cosas que la Cruz de Cristo dejó en el
pasado, para aplicárnoslas? Sin duda nos hemos enredado y entrometido en
asuntos que realmente ni siquiera alcanzamos a comprender pues no somos ni
pensamos como judíos.
¿No
comprendemos que nuestro modelo principal y único es Cristo?
¿Qué
hacen algunos judíos -aquellos que en verdad lo son- pretendiendo que gentiles
adopten sus costumbres como gran cosa? Si
no es Cristo en nosotros (ver a Cristo verdaderamente manifestado en
nosotros), lo que lograrán son
marionetas judías. Dudo mucho que quieran sentarse a comer con un muñeco.
De
haberlo querido, Dios hubiese convertido al cristianismo en el “movimiento” más
poderoso de toda la historia, -ondeando quizá la bandera judía como su estandarte- sin
necesidad de intervenciones ni decisiones humanas de ningún tipo. Pero eso no
estuvo nunca en Él. ¿Por qué se lo aseguro? Es que no se trataba de conformar ningún
movimiento siquiera, ni político ni religioso pues no tenía ni tiene ningún
asidero humano ni relación con los sistemas humanos conocidos aunque se
considerasen religiosos, pues el Señor nos vino a anunciar un reino, el reino
de los cielos, nada de este mundo.
Su
reinado y señorío no es bajo perfiles o lineamientos humanos; los excede, pues
son eternos y celestiales. De allí se desprende la iglesia y su forma, no tiene
la mínima dependencia humana ni necesita de su intervención para poder
funcionar. Y como ese reino es espiritual, la iglesia también lo es. No se
accede a ella de manera sistemática ni controlada por los hombres en forma
alguna. Quedamos fuera de toda posibilidad de hacer o decidir en ella. Quedamos
fuera de toda posibilidad de siquiera introducir a ella a nadie pues no podemos,
ni se nos dio tal autoridad. Únicamente el Señor puede hacerlo (Hechos 2: 46).
Esto
nos demuestra entonces que lo que los hombres llamamos “iglesia” y “casa de
Dios” refiriéndonos a un local material, o “la iglesia” tipo movimiento o
denominación, no es más que un juego de niños que hemos empoderado, santificado,
consagrado y reverenciado como si fuese la maravilla de Dios;
por cierto, negocio sumamente conveniente e interminable para muchos
aprovechados.
¡Por
Dios!, ¿qué otro argumento nos hace parecer soberbios ante lo que Dios ya
estableció definitivamente desde su ámbito eterno para con su pueblo al que
también trata en términos eternos porque ni su Palabra ni su mensaje son de
este ámbito en el que nos encontramos?
Continuará…