Adán y Jesús (15° Parte)
Escrito autóctono
…Continuación:
Con morir en esta existencia no termina el daño
provocado cuando pecamos.
Está pendiente lo correspondiente a quebrantar la Justicia
de Dios, deuda que le es imposible al hombre pagar aunque muera terrenalmente y
que lo hace estar irremediablemente perdido por la eternidad. Esa deuda le
impide alcanzar la Vida eterna que Dios le reservaba junto a Él.
Así que estaba muerto espiritualmente (separado de la
Vida que es Dios), -ya no por el pecado de Adán, sino por sus propios pecados-,
murió corporalmente en un momento dado (separado de su vida terrenal) -como consecuencia
terrenal a su pecado-, y arribó a la muerte eterna que es la eterna separación de
la Vida que es Dios pues no se acogió al beneficio del pago de su deuda
principal a la Justicia de Dios hecha por Cristo a quien nunca se entregó.
Aquí es donde la cancelación de la deuda a la justicia
de Dios provista por la muerte del Cordero (Cristo el Señor), hace del
evangelio la más maravillosa noticia que el hombre puede escuchar y necesita creer:
la deuda fue asumida por Cristo. Obra
completa que borró (quitó) el pecado adámico que condenaba a sus descendientes injustamente
por ser pecado de otro (en este caso Adán) (Deuteronomio 24: 16; Ezequiel
18: 20), pero que también salda los pecados propios de cada quien que
adeudaba a la justicia de Dios.
En otras palabras, Cristo paga y con ello compra a
todos los deudores sin faltar uno solo (Juan
3: 17; Hechos 17: 30; Romanos 5: 18; 1° Corintios 6: 20; 2° Corintios
5: 15; 1° Timoteo 4: 10; Tito 2: 11).
Haber comprado a cada ser humano desde Adán no hace
salva automáticamente a ninguna alma, pues cada ser humano debe ahora decidir
si quiere o no su salvación, por haber sido creado con voluntad propia. Por
consiguiente, una vez más opera esa libre voluntad en ellos de entregarse o no a
Aquel que los compró, abrazando el beneficio que les otorga también por sus
propios pecados. Al entregarse al Comprador, son confirmados ahora de su
propiedad (Romanos 14: 7 y 8) y
quedan como sus esclavos (1° Corintios
7: 22). Él es su Señor.
Acogerse a la esclavitud es algo que a muchos por
supuesto no les va a sonar atractivo por todo el antecedente lamentable que
tiene tal como la conocemos, pero ser esclavo de Cristo no es ni la sombra de como
sucede con la esclavitud terrenal en que se pierde la dignidad y se es
maltratado y explotado, inclusive eliminado si ya no se es productivo.
Quedar bajo el dominio de Cristo es algo supremamente
más conveniente para el hombre que estar bajo el dominio de la oscuridad que lo despoja de todo.
Continuará…