domingo, 31 de julio de 2016

Adán y Jesús (16° Parte)



Adán y Jesús  (16° Parte)
Escrito autóctono

…Continuación:

Ser esclavo de Cristo es ser libre en Él, obtener la cancelación de la deuda y como si fuera poco obtener como regalo la Vida eterna prometida.

Por el contrario, rechazar al Señor no registra ningún cambio en la situación del hombre, quien de todas formas ya se encuentra perdido (en condenación por su pecado) Juan 3: 18.

Perderse para siempre es la peor tragedia que le puede ocurrir además de la que ya vive por cierto, pues en su esencia estaba implícito el relacionarse con Dios, y no lo quiso por decisión o voluntad propia. De hecho, por dudar deliberadamente del amor de Dios que dio a Cristo por él; por no creer o ignorar abiertamente la verdad de que ya habían pagado su deuda; por no reconocer su propia impotencia de afrontarla; por no entregarse a quien la pagó comprándolo; con cada excusa o razón que exponga solo confirma la condenación que arrastra.

Me impresiona cómo se sigue manifestando la bondad de Dios como al principio de continuar respetando la libre voluntad de los hombres, incluso habiendo pagado por ellos, quienes expuestos a tan grandiosa noticia, no los obliga a recibir la salvación por un asunto de consideración a esa libertad y hasta como una muestra de amor y respeto. ¡No nos hizo robots que le obedecieran sin chistar!

Él no fue un tirano que por el derecho de habernos creado y posteriormente comprado, nos cuartara la voluntad de escoger.

Solo espera día a día con todo su corazón y anhelo que procedamos al arrepentimiento y que recibamos libremente el beneficio. La Palabra del Señor dice: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” 2° Pedro 3: 9; pero también deja la puerta abierta para que lo rechacemos si es lo que decidimos aunque nos destruyamos a nosotros mismos con tal proceder, cosa que quiso evitar a toda costa hasta dar su propia sangre, haciendo lo máximo a su alcance.

Por las Escrituras nos ha revelado a todos la verdad de sus intenciones, así que nadie puede alegar ignorancia ni abandono divino en su defensa.

De modo que la Palabra de Dios me enseña que todo hombre sin excepción, bueno o malo, ya ha sido comprado por Cristo. Pero como no somos objetos, corre por nuestra propia cuenta entregarnos al comprador para recibir el beneficio de esa obra de redención (exoneración o liberación) de la deuda a la Justicia de Dios.


Continuará…