Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él? (3° parte)
Escrito autóctono
Continuación…
En alguna manera al tener una fe genuina, no solo Dios
nos conoce y se agrada de nosotros como lo dice la misma Palabra, pero también
nos conocemos más a nosotros mismos, es decir, aprendemos si en realidad
estamos siendo aptos para la forma de vivirse el reino.
El asunto no queda en solo andar por fe, en realidad
se trata de vivir por fe lo que transforma la situación en una existencia
totalmente a ciegas. Las preguntas son: ¿Queremos eso? ¿Nos sentimos cómodos de
esa manera?
Acostumbrados a ser autónomos y a tener control de las
cosas, nos resulta duro trabajo depender de Dios. Sí, depender, aunque todo
indique que lo más seguro es lo contrario o que nos volvimos dementes por confiar
en Dios.
Nadie ha sido llamado a este reino a buscar
comodidad o estar en zona de confort.
Si usted está tranquilo, posiblemente lo está
demasiado. Si usted se la pasa muy bien o ha logrado un nivel de descanso en su
vida cristiana, me temo decirle que en realidad no conoce la vida cristiana.
Estar en la dimensión del Espíritu es reconfortante
para el espíritu más no así para nuestra carne. Esto es una milicia, no un
hotel de 5 estrellas. Como en todo, hay tiempos en que cesa el combate pero hay
que mantenerse permanentemente “con las botas puestas”.
Como si fuera poco “a ciegas” para lograr la
confianza, todo a fin de que Dios pueda conocernos.
Mirar realmente nos juega una mala pasada, nos llena
de dudas. El conocimiento que se obtiene por los sentidos naturales es cuestionable
como todo en esta vida, más no el que percibimos por el Espíritu.
Nada en el Señor sucede mecánicamente, todo es por fe
porque se trata de vida, no hay nada plástico.
Según la Palabra, la fe no es una ruleta de suerte,
funcional algunas veces y otras no. La fe funciona siempre. Jamás falla. Solo
que no funciona bajo nuestros términos. Funciona de acuerdo al propósito y plan
de Dios, contrario a todo lo que nos pudiera ser familiar.
Continuará…