domingo, 2 de abril de 2017

Paz en Tiempo de Tragedia. (2° parte)



Paz en Tiempo de Tragedia. (2° parte)

Continuación…

Consideremos tres armas sobrenaturales que nos aseguran victoria y paz:

Adoración: respuesta de una persona piadosa ante la tragedia.

El 31 de mayo de 2016, ingresaba un servidor, al hospital sufriendo un colapso neurológico por Guillain Barré. Un síndrome que paso a paso, desconecta los músculos del cerebro y desploma a la persona, como si fuera un muñeco de trapo. Lo último que me quedaba era mi piel, mi salud; y "chacaprúm" desplomado de la noche a la mañana, literalmente. De modo que, conozco el frío del miedo, las lágrimas como tormenta, por el beso de la tragedia en mi propia piel. Me inspiró Job, quien desgarró su ropa y rasuró su cabeza; o sea, estaba destrozado. Sin embargo ¡se postró y adoró! Job. 1:20 ¡Así enfrenta un hijo de Dios el dolor, la tragedia! Adoramos a Dios por quién es Él, por sus atributos y su gloria inefables.

Veamos la estrategia del enemigo. Los versículos anteriores nos relatan las noticias que recibió Job. Éstas tienen la intención de paralizar a la persona por el pánico: "A los criados los mataron a filo de espada." "Del cielo cayó un rayo que calcinó a las ovejas y a los criados." "¡Y la casa cayó sobre los jóvenes, y todos murieron!" Cuando el devorador paraliza nuestra fe, se ensaña para robar nuestra paz y si lo logra, nos expone a cualquier ataque, sin defensa. Recordemos que la paz de Dios es el ejército que nos rodea y protege. Así que, si “perdemos” la paz, terminamos cayendo poco a poco, en un abismo cada vez más tenebroso. Frente a esta realidad, debemos elegir la paz, el gozo que es nuestra fortaleza, la esperanza de Dios; en un acto sencillo de rendición y Fe. Si lo notamos, la paz de Dios es nuestra herencia y ya está dentro de nosotros: "En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos[a] paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo." Ro. 5:1 Por lo tanto, no abrazamos la angustia, la desesperanza, la ansiedad o la desolación, aunque sí sufrimos su violento asalto. ¡Nos aferramos a nuestra herencia, nos rendimos y adoramos! Cuando respondemos así ante la tragedia, el enemigo es derrotado y huye.

Leía un relato que me estremeció. En la China comunista, encarcelada una muchacha, por traficar biblias; fue brutalmente violada por doce guardias. Dos semanas después, los perpetradores lloraban rindiéndose al Señor, mientras su víctima les predicaba a Cristo y oraba por ellos, en su celda! No se responde así por ir mucho a misa o a culto. Solo viviendo en La Palabra y doblando nuestras rodillas con frecuencia, no porque uno es la gran cosa, sino porque no lo es, porque no somos nada sin Él. Cuando nos asalta la aflicción, respondemos desde La Palabra, una vez más caemos rendidos, adoramos y atravesamos el valle de sombra y de muerte en paz, con gozo y esperanza, en medio de nuestras lágrimas; lo cual es un hermoso milagro de la gracia.

Oración: otra arma celestial, poderosa en esta batalla.

“…la oración eficaz del justo puede mucho.” St. 5:16 La persona piadosa no corre de primero a medios humanos, ni entra en pánico; sino que acude a nuestro Abba = Papito. Consideremos este versículo de Santiago paso a paso:

"la oración..." Hablamos con Él cara a cara, en intimidad.

 "eficaz..." Nuestra oración es energizada por el Espíritu, es esa oración apasionada en la que el Espíritu Santo intercede cuando nosotros no tenemos palabras ni claridad: “26 Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. 27 Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.” -Ro.8:26-28.

"del justo..." Podemos acercarnos en esta intimidad, porque somos declarados justos por gracia y vivimos en rectitud.

“puede mucho...” Esta expresión en el idioma original, es la más fuerte para decir: poder; denota una demostración gloriosa del poder de Dios.

Podríamos parafrasear las palabras de Santiago así: “¡Cuando aquellos quienes han sido justificados, vienen cara a cara ante Abba, en clamor energizado por el Espíritu, se detona el poder de Dios!”

Cuando colapsé, un ejército de hermanos estuvieron orando conmigo. ¡Todos vimos el poder de Dios, cuando su mano me levantó contra pronósticos, de la silla de ruedas! Debí caminar en seis meses y estar recuperado en un año; sin embargo, caminé a los veintidós días y a los seis meses estaba totalmente restaurado en mi salud.


Continuará…