Paz en Tiempo de Tragedia. (3° parte)
Continuación…
Alabanza: ¡Es capaz de hacer temblar la tierra y
abrir las cárceles!
Además de orar en nuestra aflicción, vamos a alabar a Dios. Sí, cantar
alabanzas a su nombre. No negamos nuestro dolor, lo lloramos ante el Trono. Y
nos levantamos de allí con alabanza, literalmente cantando y exaltando al
Señor. Eso nos permite ver el poder de Dios a nuestro favor. En la alabanza
exaltamos a Papá por sus obras portentosas. El más sencillo acto de respirar,
es un maravilloso milagro de la mano del Dios de la Biblia. ¡Así que estamos
rodeados de prodigios en el universo y en nuestros cuerpos, motivos incontables
por los cuales rendir alabanza. No por cómo nos sentimos, sino porque Él es
digno. Permítame reiterarlo: Contra toda fibra humana, puesto que ésta es una
arma espiritual, poderosa en Dios para destrucción de fortalezas; cuando sufrimos
el dolor y la aflicción física y del alma; abrimos nuestra boca y literal,
audiblemente cantamos alabanzas al Señor. El apóstol Pablo y Silas estaban
encarcelados, flagelados, en la importante ciudad de Filipos. Notemos y
celebremos esta victoria:
“25 A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar
himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban. 26 De repente se produjo un
terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos. Al
instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las
cadenas. 27 El carcelero despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en
par, sacó la espada y estuvo a punto de matarse, porque pensaba que los presos
se habían escapado. Pero Pablo le gritó: 28 ―¡No te hagas ningún daño! ¡Todos
estamos aquí! Hch. 16: 25-28
Pablo y Silas, heridos por los látigos y los golpes, cansados a media
noche, con el innegable asalto del miedo y la angustia por estar encarcelados
injustamente y con sus pies en el cepo; no abrazaron el paquete del dolor y el
miedo.
Trascendiendo, “se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios”. De
inmediato el objeto de su Fe y exaltación irrumpió poderosamente y no sólo los
liberó y salvó al carcelero y familia; sino que su temor y gloria se dio a
conocer en esa ciudad, ante magistrados y todo el pueblo. Lo vemos en el resto
del relato.
Atravesé mi hospitalización y rehabilitación, cantando alabanzas a
Cristo. Mis ojos siguen viendo el poder de Dios no sólo en mi cuerpo. ¡Aleluya!
¿Y qué cuando, en su soberanía no nos responde Dios de acuerdo a nuestra
expectativa y vemos quebrarse nuestros sueños y enfrentamos aún la muerte?
Aceptamos la soberanía de Dios. Él es la resurrección y la Vida, aún si
morimos, viviremos por el poder de su resurrección: "―Yo soy la resurrección
y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; 26 y todo el que vive y cree
en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?" Jn.11:25,26. Nos permitimos ser
consolados en un mundo caído, en cuerpos frágiles; sabiendo que aún no llegamos
a Casa, que nuestra herencia es cielos nuevos, tierra nueva y cuerpos
glorificados; sin lágrimas, angustia, enfermedad, dolor, ni muerte. En esos
primeros momentos, cuando mi cuerpo quedó parapléjico, adoré, di gracias en
medio del dolor y de mis lágrimas. Me dispuse a enfrentar una vida en una silla
de ruedas, si esa fuera mi realidad futura; y me visualicé subiendo así a
escenarios para cantar alabanzas a Papá!
Job vuelve a enseñarnos:
“9 Su esposa le reprochó: ―¿Todavía mantienes firme tu integridad?
¡Maldice a Dios y muérete! 10 Job le respondió: ―Mujer, hablas como una necia.
Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos recibir también lo malo? A
pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra.” Job. 2:9,10 “Entonces dijo:
«Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir.[d] El Señor ha
dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!» 22 A pesar de
todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios.” Job. 1:21,22.
La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, ya está dentro de los
verdaderos hijos de Dios y nos guarda en el día malo. Respondemos con
adoración, oración y alabanza a la tragedia. El poder de Dios es demostrado y
aún en la muerte, no morimos, viviremos eterna y juntamente con Cristo por el
poder de su resurrección. Esta es nuestra esperanza, nuestra herencia y el
poder a nuestro favor Ef. 1:17-23. Levantémonos y vivamos vidas
extraordinarias, pues nuestro Padre es todopoderoso y sus obras para con
nosotros son asombrosas. Y más allá de bendecirnos Él demuestra su poder para dar
a conocer su nombre, su gloria, para ser temido y exaltado en toda la Tierra.
Continuará…