domingo, 3 de marzo de 2019

Lo concerniente a la Vida (3°Parte)


Lo concerniente a la Vida (3°Parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Somos llevados a la cruz a dejarlo todo allí. Nos puede parecer o no, podemos quererlo o intentar evitarlo, pero es necesario para que vivamos por la Vida.

El que tiene a Cristo tiene la Vida”. ¡Qué sentido adquiere, por Dios!

Y pensábamos que por todo lo vivido, por todo lo aprendido, por todo lo hecho, por todo lo que edificamos, por todo lo que servimos, por todo lo que sacrificamos, por todo lo que dimos, por todo lo que sentimos, por todo lo que fuimos, por todo a lo que nos entregamos,… que lo tuvimos. Y no; que lo conocíamos,… y no.

No estoy hablando de salvación…, a ella la obtuvimos desde que creímos. Ella hizo que le siguiéramos, pero…, apenas anduvimos con Él. Apenas le escuchamos enseñar y sus enseñanzas nos impactaron comprendiendo que solo Él enseñaba de la forma que lo hacía, como quien tiene autoridad y no como todo lo que habíamos escuchado antes. Apenas vimos sus milagros, observamos su autoridad sobre los elementos y eso nos asombró, le vimos levantar muertos… (que al tiempo volvieron a morir por supuesto) y nos maravilló, le vimos multiplicar los panes, le vimos andar sobre el mar, le vimos ir a la cruz, morir y resucitar y nos dejó perplejos; le vimos irse al cielo, todo, y eso nos dio un norte, pero fue solo información, maravillosa información claro, información que entendíamos o no pero finalmente información que nos sirvió para caminar. Sin embargo su propósito no era solo que supiésemos de Él y le admiráramos más y más.

Al final era darnos Vida, su misma Vida en nosotros. “…Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundanciaJuan 10: 10.

No significaba solo caminar en sus cosas sino andar en el Espíritu

Pero “andar en el Espíritu” que significa: vivir por Él, nunca tuvo como premisa consumirnos en un cúmulo de buenas normas para desarrollar la tal y tan anhelada santidad como un fin, sino sumirnos en la Vida.

Porque la santidad que es una vida apartada del pecado, nos significaba una lucha constante con el pecado para poder alcanzarla, como si fuese una meta, una lucha descarnada y agotadora que al final nos era imposible superar, pues Dios quien sabe que no podemos ganar allí, nos da su Vida y esta anula el deseo de nuestra carne. Nuestro corazón es circuncidado (Rom. 2: 29; Col. 2: 11); el pecado pierde todo poder en nosotros, muere, es destruido. La santidad es posible. La santidad no es algo a lo que debíamos de esforzarnos para obtener sino algo que recibíamos con su Vida. Somos hechos santos.

¿Acaso no lo dice así la Escritura?

Entonces si pecamos viene a ser por nuestra propia voluntad, ya no por debilidad. Somos nosotros quienes le concedemos ahora poder al pecado sobre nuestros miembros, no como antes que lo teníamos impreso en ellos.

Así que si pecamos, lo confesamos a Dios para ser limpiados (1° Juan 1: 9) y tomamos nuestro cuerpo ya limpio para presentarlo como una víctima dedicada a Dios en el altar para sacrificarlo (Rom. 6: 12 y 13; 12: 1), poniendo la razón (inteligencia, entendimiento) en ello que es nuestra dedicatoria (culto)/adoración a Dios. No presentamos un cuerpo imperfecto… pues ninguna víctima debía serlo, sino uno que ya tiene las condiciones de ofrenda para ser entregado.

Continuará…