domingo, 26 de julio de 2020

El daño nefando que asesta la mala percepción de la autoridad (Parte 4)


El daño nefando que asesta la mala percepción de la autoridad (Parte 4)

Continuación…

El gobierno del cielo está definido de manera que Dios es Supremo, y definió las pautas y funcionalidades de todos los seres celestiales (Salmo 34: 7;  103: 19 y 20 entre muchos otros). Posterior a los ángeles, fue creado el hombre que vivía bajo el gobierno de Dios y recibió de Él cierta cuota de autoridad dándole el señorío conocido como principado sobre este mundo.  Con su caída, le fue arrebatado el honor que esbozaba y se impuso sobre él una nueva forma de gobierno, el de quien le había vencido: satán. Y ese gobierno demoníaco ahora tomaba posesión de aquel señorío legado al hombre, su vida, familia, y todo cuanto significara a partir de ahora. Como conquistado quedaba a expensas y bajo el dominio de quien le venció (2° Pedro 2: 19).

Pero veamos, Dios ejerce su autoridad en su ámbito desde la eternidad en perfección completa donde no existe para nada la tiranía (tiranía: forma que impone respeto y dominio por imposición, nutrida por el terror que usa al miedo como su medio). Eso no existe en el cielo. La autoridad celestial es ejercida y reconocida por todos en amor (sirven por amor) porque la perfección del amor la nutre. (Dios es amor)

Nadie puede negar esto. Dios nunca ha sido ni será jamás un tirano en nada de lo que hace porque bajo ninguna absoluta circunstancia se ha mostrado como tal. Los ángeles no son sus esclavos, ni siquiera el hombre que es su más grande creación. Dios no lo creo y lo aprisionó jamás.

Ahora bien, como decíamos Luzbel como querubín grande y protector, a quien Dios le había confiado cierta parte de su gobierno (pues le brindó un trono (Isaías 14: 12-15), mantenía bajo su mando millones de ángeles organizados por medio de arcángeles. No es descabellado pensar que igualmente tendría compañeros querubines que admiraban su nivel jerárquico; compartían con él y le respetaban además por las condiciones únicas con que había sido creado (Ezequiel 28: 12-17) y el liderazgo excepcional que Dios le había concedido. Pero al final incubó iniquidad en él porque quiso colocar su trono al mismo nivel del de Dios elevándose a la posición de la divinidad y gobernar igual que ella con su misma autoridad. Quiso ser igual a Dios (“semejante al Altísimo”)

Logró engañar hábilmente a muchos de sus compañeros y ángeles bajo su cargo y logró que le siguieran en su rebelión contra Dios

Continuará…