El daño nefando que asesta la mala percepción de la
autoridad (Parte 4)
Continuación…
El gobierno del
cielo está definido de manera que Dios es Supremo, y definió las pautas y
funcionalidades de todos los seres celestiales (Salmo 34: 7; 103: 19 y 20 entre
muchos otros). Posterior a los ángeles, fue creado el hombre que vivía bajo el
gobierno de Dios y recibió de Él cierta cuota de autoridad dándole el señorío
conocido como principado sobre este mundo.
Con su caída, le fue arrebatado el honor que esbozaba y se impuso sobre
él una nueva forma de gobierno, el de quien le había vencido: satán. Y ese
gobierno demoníaco ahora tomaba posesión de aquel señorío legado al hombre, su
vida, familia, y todo cuanto significara a partir de ahora. Como conquistado
quedaba a expensas y bajo el dominio de quien le venció (2° Pedro 2: 19).
Pero veamos, Dios
ejerce su autoridad en su ámbito desde la eternidad en perfección completa
donde no existe para nada la tiranía (tiranía: forma que impone respeto y dominio
por imposición, nutrida por el terror que usa al miedo como su medio). Eso no
existe en el cielo. La autoridad celestial es ejercida y reconocida por todos
en amor (sirven por amor) porque la perfección del amor la nutre. (Dios es
amor)
Nadie puede
negar esto. Dios nunca ha sido ni será jamás un tirano en nada de lo que hace porque
bajo ninguna absoluta circunstancia se ha mostrado como tal. Los ángeles no son
sus esclavos, ni siquiera el hombre que es su más grande creación. Dios no lo
creo y lo aprisionó jamás.
Ahora bien, como
decíamos Luzbel como querubín grande y protector, a quien Dios le había confiado
cierta parte de su gobierno (pues le brindó un trono (Isaías 14: 12-15), mantenía bajo su mando millones de ángeles
organizados por medio de arcángeles. No es descabellado pensar que igualmente
tendría compañeros querubines que admiraban su nivel jerárquico; compartían con
él y le respetaban además por las condiciones únicas con que había sido creado
(Ezequiel 28: 12-17) y el liderazgo excepcional
que Dios le había concedido. Pero al final incubó iniquidad en él porque quiso colocar
su trono al mismo nivel del de Dios elevándose a la posición de la divinidad y
gobernar igual que ella con su misma autoridad. Quiso ser igual a Dios (“semejante
al Altísimo”)
Logró engañar
hábilmente a muchos de sus compañeros y ángeles bajo su cargo y logró que le
siguieran en su rebelión contra Dios
Continuará…