domingo, 28 de agosto de 2022

Las “tres partes” del hombre 49° Parte

Las “tres partes” del hombre 49° Parte

Continuación…

De nuevo el pasaje no está diciendo que nos convertimos en espíritus, sino que tenemos una comunión a nivel espiritual con Cristo. Recordemos que el Bendito Espíritu de Dios ahora toma posesión del hombre redimido haciéndolo su morada permanente. Entonces el hombre que antes tenía un espíritu incompleto en sus funciones (como muerto), ahora en Cristo disfruta de un espíritu pleno, vivo (1° Corintios 15: 22).

Entonces ser espirituales es ahora desarrollar esa relación y vida con el Espíritu de Dios, conocer sus cosas, crecer y vivir en ellas, someterse a su régimen (Romanos 7: 6)

Es interesante que la Palabra recalca que el Espíritu de Dios es dador de Vida. La posee y la da, así como el espíritu que Dios el Padre puso en el hombre el cual porta vida, haciendo del hombre un ser vivo en este mundo.

En esta parte es donde vemos dos opciones que el hombre tiene para su vivir en este mundo que define también su destino eterno.

El hombre, que es el alma, según la Palabra, vive influenciado por la carne por lo que muestra todas las manifestaciones de ella en sus apetitos (Gálatas 5: 16-21), más una vez vivificado, puede y debe vivir por el Espíritu (el Espíritu de Dios) teniendo como fruto en su vida el que produce el Espíritu Santo (Gálatas 5: 22 y 23; Efesios 5: 9).

La Palabra nos llama a hacer morir en nosotros todo lo terrenal (Colosenses 3: 5)

No puede el hombre común decidir vivir en el Espíritu porque su espíritu está inhabilitado y por consiguiente está preso a merced de su carne. La única forma de ser liberto está en Cristo el Señor. Pero aún aquí, el hombre no es obligado a ser santo como tampoco nunca fue obligado a pecar. Lo que sucede es que su naturaleza es cambiada para que se le facilite igualmente cambiar de estilo de vida. Ya no vive en el pecado como respuesta natural, sino que, por la misma respuesta natural, puede vivir ahora en conformidad con los preceptos de Dios. Eso, en otras palabras, significa ahora vivir por la Vida de Dios, ya no por la de él.

Continuará…