Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. 91° Parte
Continuación…
Inclusive han intentado erradicar de este mundo a quienes fueron transformados por ese mensaje y de nuevo quienes desaparecieron fueron los enemigos de ellos. No comprenderán jamás que el asunto es espiritual. Ni se ve, ni se puede tocar.
Lo que transforma al alma nunca será el libro, es la vida de ese libro que tiene nombre y es Cristo. De hecho, él mismo es la Palabra y es ella la que alcanza y transforma los corazones. Tiene vida propia y no puede ser manipulada por nadie.
Usted puede tener el libro protegido dentro de una vitrina o abandonarlo en un rincón para que se empolve y no afectará su mensaje para bien o para mal. A lo sumo se perderá de su riqueza por dejarlo en una u otra parte y eso le hará más mal a usted que al objeto.
Cuando David decía que amaba la ley y los preceptos del Señor, no se refería a los pergaminos que la contenían. El apóstol Pablo podría olvidar los rollos en alguna casa en que se hospedara como le ocurrió, pero la Palabra estaba en él y esa no se podía dejar por allí perdida.
Al libro lo cuidamos como cuidamos cualquier libro que valoramos, pero no le damos más de eso. Su tenencia o no, no nos hace más ni menos santos, ni tampoco nos protege más de malas influencias o espíritus malignos de lo que nos protegería el periódico o una revista de automóviles.
Los demonios no le tienen miedo, pero ante el Poder de la Palabra, ¡sí que han de doblegarse porque ese Poder, Autoridad y Señorío es Cristo!
Veredicto: No sea un ingenuo ni religioso. Ame a Dios y sea transformado en su mente y corazón por el Cristo vivo. Deje de lado las fábulas de venerar un libro, ni a ninguna cosa. Eso sería idolatría.
Continuará…